Viendo más allá de nuestra nariz: la comunicación y la cuarta revolución industrial

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La comunicación, ya sea como disciplina o como instrumento, es clave para entender las expresiones de la cuarta revolución industrial, como por ejemplo la inteligencia artificial, la robótica, el internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, los nuevos materiales, el almacenamiento de energía y la computación cuántica

Por Ricardo Chacón

La comunicación como disciplina pretende dar cuenta de los fenómenos de comunicación entre los hombres. Se trata de entender y explicar, por un lado, cómo se comunican y relacionan de los seres humanos, y por otro, por qué y para qué lo hacen.

El porqué de la comunicación, en esta dimensión va más allá de ser instrumental, artística o estratégica, porque va unido a la dimensión propia del ser mismo que se caracteriza por un mundo interno propio del yo individual y personal, pero que a la vez ineludiblemente tiene una dimensión social.

La comunicación como saber se relaciona con la antropología, la sociología y la economía, pero también con el quehacer de los fundamentos propios del hombre: de su ser, que busca una identidad, un sentido, una finalidad. La dimensión filosófica de la comunicación, por decirlo de alguna manera, pretende no solo describir sino explicar.

En este sentido, y esa es una de las dimensiones que nos preocupa en este trabajo, debemos investigar cómo la comunicación debe dar cuenta del hombre relacionado con la inteligencia artificial, con la robótica y con el internet de las cosas, entre otras dimensiones propias de la cuarta revolución industrial.

Permítanme hacer un par de incursiones en este campo para visualizar de qué estamos hablando. Uno: la relación de los hombres a través de mediaciones virtuales, pero que son reales, propias de las redes sociales. Ojo, se trata de comunidades virtuales integradas por intereses muy particulares como el gusto por el arte gótico o la comida japonesa o la familia y amigos más cercanos que se forma en Facebook o Instagram. Usted está en un restaurante cenando con su padre, su madre y sus hermanos, pero al mismo tiempo “está chateando” con sus amigos. ¿Qué relación es esta? Explíquemela.

Dos: mucha más compleja es la relación con mi vehículo de transporte. Por un lado, dentro de poco podrá manejarse “solo” luego de un largo proceso de datos que son integrados a una aplicación que permitirá el manejo “autónomo”. Pero esto es un punto entre otros. Por ejemplo: mi vehículo, en la lógica de Uber, puede ser utilizado por mi persona a primera hora. Luego lo dejo estacionado para que sea utilizado por otra persona que lo necesita… Y todo esto porque tenemos un software común.

Un par de interrogantes sobre este punto, solo este punto: la propiedad del vehículo y del software, ¿a quién corresponden? ¿Quién los usufructúa? Sin duda, hablamos de la economía colaborativa muy en boga en la actualidad. Y dos: ¿cómo hacer que esto funcione en un mundo donde la diferencia social es enorme y evidente? ¡La brecha digital y económica es tremenda!

¿Y qué decir, por ejemplo, de la relación con las máquinas inteligentes, con los robots, que cada vez incursionan más en nuestra vida cotidiana? Todavía más “escandaloso” será que nuestro cerebro reciba un chip que nos ayude a aprender más fácilmente, lograr almacenar más datos y así poder decidir qué hacer y cómo actuar en determinadas circunstancias.

Esto nos lleva a plantear que hay otras dimensiones de la comunicación que debemos investigar. Esta indagatoria, que llamaremos instrumental, es estratégica y busca alcanzar de manera estructural o sistémica, de una persona o una empresa o una institución, una finalidad para lo cual debe persuadir al otro. La comunicación organizacional, la publicidad o la propaganda forman parte de esta dimensión que, en sí misma, es un mundo amplio por donde hay que navegar.

Esta visión instrumental nos lleva al mercadeo digital, a la estrategia de medios en línea, a la mercadotecnia política y al trabajo ideológico mediado por las diferentes redes sociales, sin contar con las noticias falsas y el manejo del “big data” aplicado a los procesos sociales. ¿Quién estudia esto?, ¿Qué competencias deben adquirir los nuevos comunicadores? Esto, sin contar que debemos incorporar a nuestra práctica diaria nuevas y mejores herramientas en línea con la adquisición de datos que nos permitan actuar bajo parámetros propios de los algoritmos, cuestión que ya es una realidad.

La inequívoca realidad: pobreza y desarrollo tecnológico

Un hecho es innegable: en El Salvador, país subdesarrollado y pobre, o en vías de desarrollo como dicen otros, en el siglo XXI se viven carencias propias de la revolución industrial del siglo XIX y XX. Amplios sectores de la población aun no cuentan con energía eléctrica ni agua potable. Grandes sectores de la población no tienen acceso a una vivienda digna, educación y salud adecuadas y de calidad, ya no se diga los beneficios propios de la informática y de la computación. Sin embargo, la telefonía digital invade las vidas de unos y otros, a tal punto que ahora hay más líneas telefónicas que ciudadanos.

Esta es una arista de fondo, pero hay otras relacionadas con la educación en El Salvador, particularmente la universitaria, que ha sido afectada de modo directo por la pandemia del covid-19, como lo ha sido en distintos ámbitos la totalidad de la población del planeta. No sólo de un día para otro, en marzo del 2020, las universidades cerraron y trasladaron la educación presencial a la distancia, sino que hubo que hacer de tripas corazón para usar las técnicas propias del internet y poner al servicio de las clases, laboratorios y prácticas herramientas como “meet” o “zum”.

El teléfono celular, a través de su pequeña pantalla, se convirtió en el escenario donde los profesores exponían sus clases, donde los alumnos se relacionaban con sus compañeros y donde, a falta de otros recursos, se llevó a cabo la gestión educativa. Mientras tanto, los sectores más desposeídos libran verdaderas batallas para no quedarse fuera de la educación a distancia con “guías escritas de las clases, enviadas en físico a sus viviendas” o buscando un resquicio en la escasa o débil señal de internet.

Después de la pandemia hemos comprobado las deficiencias en la rápida ejecución de la educación a distancia, y nos hemos dado cuenta de que el proceso no solo se limitó a un cambio de espacio o a la incorporación de la tecnología al proceso educativo. La transformación a que nos hemos visto obligados a asumir toca los cimientos de la práctica educativa y de la teoría pedagógica tradicionales. Antes ambas estaban centradas en el profesor. Hoy nos enfrentamos a una concepción de la educación en la que el alumno es la instancia central. Así mismo, parece que las prioridades se han transformado y la vinculación con el teletrabajo, que también ha llegado para quedarse, ha puesto en evidencia cuestiones que ya la llamada cuarta revolución industrial se plantea a gritos.

Y es que en la sociedad actual, estemos en el mundo desarrollado o no, formemos parte de los países ricos o pobres, estemos a la vanguardia o retaguardia tecnológica, ha venido a enfatizarnos que formamos parte del mundo globalizado. Por lo tanto, vivimos, padecemos o sufrimos las consecuencias del desarrollo tecnológico, nos guste o no.

A vuelo de pájaro, en la cuarta revolución industrial se está gestando un enfoque centrado en ecosistemas digitales, es decir, se están generando modelos de negocios innovadores basados en la interconexión de millones de consumidores, máquinas, productos y servicios, tal como lo resume el académico mexicano Alexandro Escudero Nehón.

Quiero rematar esta dimensión con una noticia que dio la vuelta al mundo hace unos días, cuando tres jóvenes que habían perdido toda capacidad de movimiento en sus extremidades inferiores y en el tronco debido al corte completo de la médula, caminaron gracias a los avances de la tecnología. El neurocientífico Grégoire Courtine, de  la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) y la neurocirujana Jocelyne Bloch, del hospital universitario de la misma ciudad, junto con un amplio equipo y luego de muchos años de trabajo, implantaron electrodos que emiten pulsos eléctricos sincronizados que imitan las señales que circulan a lo largo de la médula espinal, y esta vincula al cerebro con los miembros inferiores. A su vez, los electrodos van conectados a un ordenador con un sistema artificial que reproduce los impulsos necesarios para caminar, conducir una moto o una bicicleta o remar en una piragua.

Están a la vuelta de la esquina avances significativos y productos que llegarán en poco tiempo a la vida cotidianos de los hombres. Dichos avances, fruto de la  inteligencia artificial, la robótica, el internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión 3D, la nanotecnología, la biotecnología, los nuevos materiales, el almacenamiento de energía y la computación, se caracterizan todos porque están conectados y, a través de  sensores que recogen el mayor número de datos, generan pautas de acción propias de las dinámicas de los algoritmos.

Los procesos productivos, el empleo y el ocio, la educación, la medicina y todo lo que se nos pueda ocurrir están siendo “tocado y modificado” a fondo por esta dinámica que nos lleva a trastocar cuestiones que hasta ahora eran “intocables” como lo es la propiedad individual, el trabajo colaborativo, la vinculación entre el hombre y la máquina e, incluso, la simbiosis de las células con los chips.

¿Qué hacer? La cuestión no es fácil

Estas nuevas realidades responden a dinámicas que va más allá de la mera suma de nuevas tecnologías, que toca los mismos cimientos de la sociedad generando una nueva visión del mundo de hoy y del mañana.

Entender los viejos y nuevos fenómenos de la comunicación es este contexto es clave para nuestro futuro. Por un lado, nos toca dar cuenta de las nuevas relaciones de comunicación que se están generando e, incluso, tocando los cimientos de la ética, de la filosofía y, en definitiva, de la condición humana en este nuevo contexto.

También, y por eso hablamos de lo instrumental, está ocurriendo una comunicación sobre el internet de las cosas o la inteligencia artificial. Esto nos lleva a un mundo de datos que permiten crear pautas (algoritmos) y generar tendencias, por ejemplo, en mercadeo, en ventas, en publicidad o, en resumen, en comunicación.

Hoy en día los bot, programas informáticos que realizan tareas automáticas mediante internet a través de cadena de funciones autónomas previstas para asignar un rol establecido, poseen incluso la capacidad de interacción como lo hacen los centros de llamadas automatizadas en los bancos o en los almacenes.

El  Foro Económico Mundial y, por supuesto, Klaus Schwab, uno de sus hombres más visionarios, plantean cinco dimensiones claves que debemos comprender y en las que hay que incursionar de una u otra manera: Apuesta estratégica por la innovación y la tecnología; generar nuevas capacidades y competencias en el capital humano; desarrollar nuevas formas de financiar la investigación y la educación, así como maneras diferentes de entrelazar academia, empresa y estado. El gran desafío sigue siendo cuidar el medio ambiente y desarrollar una producción sostenible. Nunca había sido tan necesaria la regulación estatal fuerte y novedosa que, a la vez, fomente la creatividad, sin menoscabar las libertades individuales.

De no enfrentarse estas cinco dinámicas con seriedad, con disciplina y pensadas a mediano y largo plazo, los efectos de la cuarta revolución industrial fomentarán y ampliarán la brecha no solo digital, sino económica y cultural. Puede entonces ocurrir que países como los de América Latina queden aislados y únicamente vinculados con el desarrollo global a través de las cada vez más minoritarias élites nacionales.

Enfrentar esto supone, por un lado, modificar el punto de vista desde donde ver el fenómeno. Es indispensable desarrollar una visión integradora y positiva de la realidad. Y, por otro, es preciso afrontar el cambio con decisión y firmeza, sin miedo a la equivocación.

Tal como lo plantea Nancy W. Gleason: “L educación superior tendrá un papel esencial en la recualificación, la actualización de competencias y la formación de la población activa global de la cuarta revolución industrial” (p.142). La universidad, en cuanto tal, a veces no cumple con estos objetivos y se convierte entonces en un dique al conocimiento. Sin embargo, en el contexto actual no tenemos otra opción que entender la velocidad de los cambios disruptivos que genera la cuarta revolución industrial e incorporar a estos últimos a los procesos educativos. La tarea es ineludible. De lo contrario seguiremos formando profesionales para las empresas del “ayer” y no del “hoy”, ni del “mañana”. Será preciso buscar el talento y no los títulos, apostar por la diversidad de las aptitudes y flexibilizar el concepto de puesto de trabajo, sobre todo ahora con el teletrabajo y los cada vez más numerosos profesionales independientes.

Cuatro ideas a vuelo de pájaro que tocan la educación superior y la enseñanza de la comunicación:

. Uno, son necesarios pensum abiertos, novedosos, que integren de manera creativa saberes distintos; que permitan desarrollar modelos híbridos donde se profundice tanto lo presencial como lo virtual, lo sincrónico y lo diacrónico, y que cuenten con menús académicos para desarrollarse en menos tiempo y a la carta.

. Dos, se requiere formas pedagógicas novedosas, centradas en las necesidades de los estudiantes, que potencien nuevas y mejores competencias, que los ayuden a ser creativos, flexibles y, sobre todo, personas con sentimientos y principios éticos.

Tres, es urgente potenciar la investigación y la tecnología de manera colaborativa y, en especial, teniendo como parámetro inmediato los acelerados cambios que vive la sociedad.

Y cuatro, cada vez debemos buscar nuevas formas para relacionarnos con la empresa, con el estado, y no solo para trabajar colaborativamente, sino para buscar y encontrar distintos medios de financiar la educación y la investigación.

Tal como insiste Gleason, los sistemas educativos deben preparar a los estudiantes, tanto adultos como jóvenes, para lo que denominamos resiliencia formativa. Este concepto se refiere a la capacidad para adaptarse con facilidad y repetidamente a los nuevos desafíos que nos presenta el proceso de construcción del conocimiento. La resiliencia, entonces, “consiste en aceptar que los conocimientos anteriores se tomen irrelevantes bajo nuevas circunstancias”. (Gleason, p. 142-143).

De no hacerlo, estaremos mal. Muy mal.

Bibliografía:

Becerra, L. Y. Tecnología de la información y las comunicaciones en la era de la cuarta revolución industrial: tendencias tecnológicas y desafíos en la educación en ingeniería, ciencia e innovación, vol. 14, No. 28, julio-diciembre 2020, pág. 76-81

Castellanos, María Ángeles. El empleo y la revolución industrial 4.0. Gaceta sindical digital: Castilla-La Mancha, No. 274 (abril) 2017, pág. 7

Gleason, Nancy. La educación para la futura economía digital. El trabajo en la era de los datos. Colección BBVA Open Mind No. 12, pág. 142 – 149

Escudero Nahón, Alexandro. Redefinición del “aprendizaje en red” en la cuarta revolución industrial. Apertura, Guadalajara, Jalisco, México, 10 (1), pág. 149-163.

Escudero Nahón, Alexandro. Aportaciones al proceso horizontal de transversalización de la educación a distancia en las instituciones de educación superior. Revista de la Educación Superior, 46 (182), pág. 57-59.

Escudero Nahón, Alexandro. Uso del análisis de aprendizajes en el aula invertida: una revisión sistemática. Apertura (Guadalajara, Jalisco, México) 11 (2), pág. 72-85.

López Montesinos, Daniel. Economía colaborativa y negocios a través de plataformas digitales. Acción Sindical Confederal, No 40 (marzo), 2017, pág. 8-9.

Ortega Fuentes, Alejandra. Un diálogo mundial en el centenario de la OIT: el futuro que queremos. Acción Sindical Confederal, No 41 (junio), 2017, págs. 21-22.

Pernías Peco, Pedro. Nuevos empleos, nuevas habilidades: ¿estamos preparando el talento para la cuarta revolución industrial? La economía en España. Septiembre-octubre 2017, No. 898 ICE.

Schwab, Klaus. La cuarta revolución industrial. Síguenos, editorial Debate Economía.  Octubre 2021.