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Efectos del COVID-19: Lanzarnos al agua, no nos queda de otra. Eso sí, con cierta racionalidad. La brecha digital, momento de superarla

Adaptarse a los cambios y sumarse a desarrollar las competencias tecnológicas para cumplir con la misión de la mediación pedagógica. Foto tomada de Internet

Tres cuestiones sobre el uso de la Nube: uno, la penetración de Internet en el país es insuficiente; dos, el Internet se utiliza como “medio de comunicación”, para chatear; y tres, poco o nada se utiliza este recurso esencial en la sociedad moderna para la producción de conocimiento, la investigación y la docencia.

Por Ricardo Chacón, director de la Escuela de Ciencias de la Comunicación

Los datos fríos, por lo menos los que encontramos a mano publicados por periódicos salvadoreños, son los siguientes: según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHP) del año 2017, el 33.8% dee toda la población de 10 años o más tiene acceso a Internet, es decir que uno de cada tres salvadoreños con diez años de edad, o más, utiliza Internet.

Otro dato, un 52 por ciento de los jóvenes entre 18 y 29 años de edad tiene acceso a Internet, esto quiere decir que uno de cada dos jóvenes salvadoreños utiliza la red de redes periódicamente. Esto aumenta en la capital donde seis de cada diez jóvenes utilizan Internet.

Unos datos más: de todos los que tienen Internet un 75.6 por ciento, entre 51 y 70 años, la utilizan principalmente para comunicación, al igual que el 75.3% de la población de 30 a 50 años. En cambio, en los menores de 18 años solo el 18.4% de ellos lo utiliza principalmente para “chatear”, mientras que el 78.5% de este grupo poblacional usa el Internet para actividades relacionadas con la educación y la investigación.

Estas cifras, parciales, y a lo mejor no actualizadas a 2020, ni con fuentes oficiales de primera línea (no las tengo a mano, entre otras causas porque simplemente no existen), nos muestran tres cuestiones: uno, la penetración de Internet en el país es insuficiente; dos, el Internet se utiliza como “medio de comunicación”, para chatear; y tres, poco o nada se utiliza este recurso esencial en la sociedad moderna para la producción de conocimiento, la investigación y la docencia.

El especialista Gilberto Lara, de la Asociación Conexión al Desarrollo de El Salvador, señala dos cuestiones al respecto: si bien es cierto la conectividad es baja, esta se incrementa con los teléfonos celulares hasta números importantes. Sin embargo, y este es el otro punto que quiero señalar: el uso más frecuente es como instrumento de comunicación. Utilizamos el Internet para hablar, comunicarnos con otros, para chatear, y lo hacemos por medio de las redes.

En este sentido, Lara utiliza el término adecuado: “brecha digital” y señala que el uso que se le da prioritariamente al Internet no abona de manera directa a los sistemas productivos, a los de investigación, ni a los procesos educativos. Este es un elemento que mide la brecha que existe en El Salvador.

Tal como lo señaló Oscar Picardo en un artículo de hace varios años sobre el tema, la brecha digital “se define como la separación que existe entre las personas (comunidades, estados, países…) que utilizan las nuevas tecnologías de la información como una parte rutinaria de sus vidas cotidianas y aquellos que no tienen acceso a las mismas, o que, aunque las tengan, no saben cómo utilizarlas. La brecha digital puede ser definida en términos de la desigualdad de posibilidades que existe para acceder a la información, al conocimiento y la educación mediante las nuevas tecnologías de la información. La brecha digital no se relaciona solamente con aspectos exclusivamente de carácter tecnológico. Es también un reflejo de una combinación de factores socioeconómicos y, en particular, de limitaciones y falta de infraestructura de telecomunicación e informática”.

En pocas palabras, nosotros en el país cumplimos tres condiciones básicas para mostrar que tenemos una brecha digital grande: uno, todavía hay comunidades que carecen de los básico, incluida la energía eléctrica (y ya no se diga el agua potable), lo que nos hacen vulnerables y pone fuera de nuestro alcance el uso de herramientas tecnológicas; dos, hay carencia de equipo tecnológico y, sobre todo, ignorancia para poder usar las herramientas propias de la investigación y la educación; y tres: muchos de los que tienen equipo y podrían tener los programas y aplicaciones para la educación y la investigación, prefieren utilizar la herramienta para otros usos, entre ellos “chatear”.

Sin duda alguna, la brecha digital en nuestro El Salvador es grande, pero no crean que solamente acá sucede este tipo de cosas. Hace unos días, sobre todo a raíz del coronavirus, en la ciudad de Nueva York, donde la pandemia ha pegado y está pegando duro, se ha develado que la brecha digital es enorme… Sí, en la ciudad de Nueva York, donde hay 1.1 millones de estudiantes y mil ochocientos centros de estudio.

En una publicación del periódico La Vanguardia se muestra el problema: la red pública de enseñanza neoyorquina cuenta con un numeroso grupo de niños pobres y, al menos 114,000 carecen de techo, residen en refugios, van a la escuela por el plato de comida diario… Y, por supuesto, no tienen ni computadoras ni, mucho menos, acceso a Internet.

Y ahora, con el cierre de las escuelas, ¿cómo continuar con el proceso educativo si no tienen ni computadoras, ni Internet y muchos miles de niños tampoco cuentan con el plato de comida diario, porque se han quedado en los lugares donde acostumbran dormir, que en muchos casos son refugios públicos.

Pues bien: soy de la opinión de que ahora no es el momento de llorar por la leche derramada. Tampoco sirve echar culpas al sistema y señalar lo injusto que es. Lo importante ahora es ver cómo salimos adelante, y aprovechamos esta la crisis al menos para reflexionar sobre nuestras opciones.

En el caso de Nueva York, solamente quiero aprovechar para señalar un par de acciones que me parecen sumamente interesantes: las autoridades de la ciudad, en unión con la empresa privada, compraron de emergencia y “a precio reducido” unas trescientas mil iPads para prestarlas a los estudiantes. Se ha negociado con las compañías que brindan acceso a Internet para prestar el servicio  y los alumnos han entrado en un proceso de conferencia con los profesores en canales como YouTube. Ya sé: los críticos dirán que son parches, reformismos de última hora… A lo mejor, sí, pero son soluciones de emergencia a la crisis de hoy.

También en nuestro El Salvador debemos pensar en cómo salir adelante ahora que ya nos echamos al agua de la educación a distancia. No sé si las autoridades puedan desarrollar programas que enfrenten de manera decidida el desafío de la educación, pero contamos con las herramientas necesarias para comenzar a nadar. Por lo pronto, planteo tres medidas:  uno, aprender a aprender digitalmente, de tal forma que unos y otros, los maestros y los educandos, tengan la voluntad de contribuir a seguir los procesos educativos de manera remota, aprendiendo y poniendo en práctica los programas y aplicaciones de educación.

Dos, comenzar a dejar de lado el uso de Internet únicamente para chatear y ponerlo al servicio de los procesos educativos. Que las conversaciones versen sobre tal o cual clase, sobre tal o cual tema e, incluso, que sean abiertos a la sociedad en su conjunto.

Y tres: registrar lo hecho para que, en un segundo momento, podamos reflexionar y hacer teoría del proceso que estamos viviendo hoy en día, al pasar de la educación presencial a la educación virtual.

Nota aclaratoria: utilizamos las gráficas de elsalvador.com como recurso ilustrativo académico, por lo que reconocemos su producción intelectual.

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