Exjugadores conversan sobre la «guerra del fútbol», la Selección de 1982 y la actualidad futbolística

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El foro «Corazones futboleros» tuvo una reflexión académica sobre la cultura y el fútbol en dos aristas: el valor simbólico y el impacto psicológico en la sociedad salvadoreña. Los exjugadores contaron sus vivencias a los estudiantes de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad Dr. José Matías Delgado (UJMD)

El pasado 26 de agosto, los exjugadores compartieron sus experiencias futbolísticas en la Universidad Dr. José Matías Delgado. Fotografía cortesía Imagen Institucional

Por Tu Espacio

Jeremy MacClancy, académico inglés, afirma en su texto Sport, Identity and Ethnicity (1996) que: «el deporte no es un reflejo aislado de la sociedad, es parte integral de la misma»; por consiguiente, el fútbol salvadoreño tiene un impacto psicológico y un valor simbólico en la configuración de identidad en los aficionados. Y, sin duda, los exjugadores Manuel de J. Cañadas, Ramón Fagoaga, Pedro Joaquín Valencia, Carlos Felipe Cañadas, Guillermo Castro, Salvador Mariona, Mauricio Rodríguez, Ricardo Pérez, Fausto Omar Vásquez, Ricardo Guevara Mora, Hernán Carrasco Vivanco y Gualberto Fernández han hecho del fútbol su religión, gracias a sus vivencias con este deporte.

Los participantes conversaron sobre la rivalidad entre las selecciones de El Salvador y Honduras durante la llamada «Guerra del Fútbol«, la selección mundialista de 1982 y la situación actual del balompié criollo. Dichas experiencias están recogidas en los libros: Corazón futbolero, volumen I y II, de Manuel Cañadas, que cuenta las vivencias que experimentó el exjugador de primera mano, siendo en varias de ellas el protagonista principal, y en otras lo fueron sus colegas, que cada tarde de domingo de fútbol vivieron en los distintos estadios del país.

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«El fútbol como ceremonia-acontecimiento interviene un tiempo que es el Gran Tiempo (mítico, no cronológico), un espacio que es la escena tribal y una energía que es la libido (ir a muerte: ganar/perder-vida/muerte)» destacan los autores Cachán y Fernández (1998, p. 3) en su libro Deporte o religión: un análisis antropológico del fútbol como fenómeno religioso. La premisa teórica aplica en cada una de las anécdotas que compartieron los exjugadores profesionales en la Universidad Dr. José Matías Delgado.

Texto: La hermandad del balón

Por Manuel Cañadas

Ahora peinan canas o peinan muy poco, algunos lucen pronunciadas calvicies y libras de más, muy diferente a aquellos tiempos, cuando mostraban caras tersas, cuerpos estilizados y con los dotes que les dio la naturaleza y que ellos pulieron, deleitaron a una afición que jamás los olvida. Fue una época de oro, cuando firmaron autógrafos a granel, recibieron prolongadas ovaciones, apretones de manos, insistentes fotos y se metieron en el alma de la afición, pues libraron grandes duelos y le hicieron frente a equipos de renombre que pasaron por acá, quienes se llevaron muestras de sus grandes capacidades. Luego les llegó el momento del retiro y dejaron una actividad que les prodigara tantas satisfacciones y amistades. Fue cuando experimentaron lo peor del fútbol, dejarlo; lo cual en su esplendor no les preocupaba, pues veían su ocaso muy lejano. Y de repente que deben colgar los tacos, una ley inexorable que llega por la edad, lesiones o el aparecimiento de nuevos valores. Les tocó saborear lo agridulce de ver jugando a sus sucesores, con la convicción de no hay vuelta atrás, una sensación de que se nace de nuevo, pero ya con un corazón redondo. Idos al reposo unos se integraron a equipos de barriada, pero la añoranza por los viejos compañeros estaba latente.

Es que la Asociación de Futbolistas de El Salvador que comandan Salvador Mariona, Ramón Fagoaga, Quino Valencia, Guillermo Castro, Celso Jurado abrigaba el sueño de formar una liga que involucrara a los viejos futbolistas y se organizaran alrededor de los colores que antaño defendieron, pero todo quedaba en el intento. Hizo falta nada más la iniciativa de Reynaldo Avelar, aliancista todo corazón quien en su cargo como gerente de EDESSA gestionó ante sus superiores para que los veteranos del fútbol pudieran competir cada semana en terrenos del Cuscatlán. Sabía el buen Reynaldo que el presidente de la institución Néstor Castaneda no se iba a a negar y alentaría su iniciativa. Ya en el pasado hubo una Liga Máster y se trataba de revivirla. Y tras varias reuniones se acordó poner en escena el torneo que ahora se ha vuelto multitudinario.

Cada equipo debe incluir algunos exjugadores de primera y se arma la rumba los domingos con Adonay Martínez, Nelson “Piocha” Rojas, Adrían de la Cruz, Memo Rivera, Aarón Canjura, Juan Carlos Gil, Ricardo Pérez Castellanos, Martín Velasco, Carlos «Carlanga» Rivera, Milton «Tigana» Meléndez, Francisco «Chico» Contreras, William Chachagua, Elías «Chilena» Montes, Milton Huezo, Sergio Salgado, Juan Carlos Carreño, Leo Barrientos, “Gallo” Paniagua, Miguel Deras, Héctor Calero, Vidal Hernández, Jaime Ávila, Kevin Ferrer, el “Che” Beny, Rolando Durán, Pedro Interiano, Caly Cañadas, JuIio Peña, Leonardo Murcia, Ismael Quijada, Juan «Pringa»Barrera, Manuel “Gato” Castillo y su familia felina, Rolando Flores, Pancho Osorto, Danilo Blanco, Danilo Castro, Hugo Burgos, Chamba Salazar, «Fenoy» Castillo, Juan «Gatti» Méndez, Oscar Montes, Nicky Chávez y tantos más. 

Mientras los patriarcas “Pipo” Rodríguez, Salvador Mariona,Tomás Pineda, Guillermo Castro, “Quino” Valencia, Leonardo Salas y el maestro Hernán Carrasco observan complacidos y Celso Jurado se afana tomando fotos.
Ellos pertenecen a la maravillosa nostalgia, al pionerismo de nuestro fútbol, porque fueron una especie de arquetipos con cualidades tan escasas en nuestro tiempo, como el toque exquisito, la cabeza levantada, la serenidad para asegurar el destino de la pelota, la viveza y experiencia para recuperarla, los piques explosivos, los centros exactos, los goles vistosos. Y vuelven a su viejo amor vistiendo uniformes entrañables, ahora con la mesura y la prudencia de los años pero siempre alimentados por el mismo sueño; aunque algunos se dejan vencer por sus ímpetus y desandan el camino para volver a ser aquellos jóvenes que protagonizaban desacatos. Son resabios que deben aminorar.

El primer torneo llevó el nombre de Raúl “Araña” Magaña, luego del genial Mauricio “Pipo” Rodríguez, el tercero con el nombre del querido maestro Hernán Carrasco y luego tocó el turno al fraternal Néstor Castaneda. ¡Pura sangre azul! Y cada domingo vuelan por los aires numeroso calendarios, y, se ha vuelto a dar la propicia ocasión para refrendar esa hermandad formada al compás del rebote de un balón, que lejos de verse aminorada por la rutina y el paso del tiempo, reverdece con cada abrazo, cada anécdota, cada apretón de manos y le ponen una nota de terneza y amor deportivo a nuestras vidas.

De tanto en tanto se cuenta con la llegada de hermanos lejanos futboleros, quienes bajan del Norte con su nostalgia y su alegría. Gilberto “Chachama” Quinteros, José Luis “Tizoc” Anaya, Carlitos Menjìvar, Fredy Campos, Hugo Santillana, Julio “Calandria” Melgar, Juanito Pinzón, Tito “Bruja” Alvarado, Fredy Campos, Rodrigo Mayén, Saúl Varela, Noé “Mr. Gorrita” Rubio, José Alberto “Choco” Menjívar, Omar Cornejo, Herbert Flores, han llegado y han sido objetos de tantas muestras de aprecio. También llegan del interior del país como los fraternales René Sorto, Neto Mariona, Ricardo Mena Laguán, Juan Carlos Soto, Mario “Macora” Castillo, Nelson Heskee.

Además se cuenta con un plus, la animación de las “Damas de Blanco”, y no se trata de una organización de derechos humanos o cosa por el estilo, sino de las esposas de los veteranos aliancistas quienes encabezados por doña Vilma, la esposa de Adrián de la Cruz, un salvadoreño que nació en Uruguay realizan actividades y animan a sus esposos para que se prodiguen en la cancha en busca de los triunfos. Y celebran cada victoria como en los viejos tiempos e incluso se celebran los cumpleaños y en el Día del Padre dan muestras de unión y ternura al organizar un agasajo para los jefes del hogar, aunque la frase suene más a título honorífico. Cada domingo estos héroes de pantalón corto se suben en la máquina del tiempo y vuelven a ser los otrora animosos muchachos que deleitaban a las multitudes siguiendo un balón…