Los hambrientos suelen vivir en países difíciles, con Gobiernos incapaces de asegurar el derecho alimentario. Sin embargo, la comida se desperdicia. Botamos, al año, 1.3 billones de toneladas, cantidad de alimentos que podrían alimentar al 10 por ciento de las personas que mueren de hambre
Por Federico Alegría
El desperdicio de alimentos ha estado en los radares de muchas personas por mucho tiempo y, comúnmente, se presenta como una solución para reducir el hambre a gran escala. Hoy sabemos que, aproximadamente, 1.3 billones de toneladas que se producen para consumo humano al año, se pierde o se desperdicia en algún momento por la cadena de distribución (desde tierra hasta el plato).
Sin embargo, vivimos en un mundo donde cera de 800 millones de personas viven en los niveles más profundos de hambre y desnutrición. Irónicamente, botamos casi el 35 por ciento de los alimentos que producimos, y el 10% de la población mundial se muere de hambre. No necesitamos ser genios para entender que con el desperdicio de alimentos podríamos asegurar el doble de las necesidades nutricionales a escala internacional.
La comida se desperdicia en todo el mundo, pero algunos lugares como América Latina se comportan de manera muy diferente a los países con industrias técnicamente más avanzadas como las que poseen América del Norte, Europa y ciertos países asiáticos como Japón, Corea y China. Una cantidad considerable de documentos, libros, artículos e incluso documentales disponibles a través de Netflix hicieron un esfuerzo sustancial para hacernos sentir culpables por los alimentos que desperdiciamos al comer en restaurantes y en nuestras propias casas
Si incluso retrocedemos un poco por la cadena de suministro de alimentos, muchos supermercados rechazan los alimentos porque la gente no compra alimentos que no cumplen con criterios cosméticos, es decir, que se vean feos, lo que no es sinónimo de «poco o nada nutritivos».
Este es un gran punto de partida para la conciencia social para los países altamente industrializados, donde los alimentos se desperdician en los últimos pasos de la cadena de suministros de alimentos, pero ¿qué sucede en los países en los que estamos acostumbrados a comer todo lo que hay en nuestros platos? En América Latina, la comida también se desperdicia, desde el principio de la cadena de suministros de alimentos hasta su destino final, arrojando las siguientes cifras: agricultura con 40%; poscosecha, 22%; procesamiento, 15%; venta por menor, 12%; y consumo, 11%.
Esos son porcentajes promedio de alimentos desperdiciados en cada paso de la cadena de suministro de América Latina, que difiere mucho de otras regiones del mundo. Las causas de los residuos son variadas: problemas de cosecha, recolección de alimentos, almacenamiento, embalaje, tratamiento y soporte.
El siguiente infográfico es del periódico El Comercio de Perú, donde representa una realidad sobre el desperdicio de alimentos en América Latina
Y se vuelven más complicados cuando también consideramos el marketing, la oferta y la demanda, los estándares de etiquetado de vencimiento, los precios, las compras inadecuadas y los marcos políticos no estables. En América Latina, se pierden o desperdician hasta 127 millones de toneladas de alimentos cada año, y se estima que esta cantidad de alimentos podría satisfacer las necesidades nutricionales de 300 millones de personas. Y dentro de esa cantidad de personas, 36 millones de seres humanos podrían cubrir sus necesidades calóricas solo con alimentos desperdiciados.
Algunos países (gobiernos y capitales privados) han empezado a tomar este tema en serio y son conscientes de la importancia que tiene no solo con el hambre, también con el cambio climático y muchos otros aspectos de la seguridad alimentaria y medios de vida. Aún hay mucho trabajo por hacer aquí en América Latina con respecto a la gestión del desperdicio de alimentos.
Los países más desarrollados están haciendo esfuerzos a nivel social con campañas de concientización y otras cosas, pero controlar el desperdicio de alimentos en los hogares requiere muchos recursos. En América Latina, todavía estamos en una situación «privilegiada» porque las fuentes de producción de alimentos son más fáciles de controlar que los hábitos de consumo de las personas.
La adecuada gestión del desperdicio de alimentos durante la agricultura y la poscosecha podría tener un impacto positivo en nuestros niveles actuales de hambre, y es algo que debería estar en la agenda política nacional.