Aprendizaje basado en retos, una respuesta a los desafíos de la Nueva Escuela del Siglo XXI

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Las universidades tienen el reto de formar ciudadanos éticos comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia; por consiguiente, las academias deben actuar bajo la responsabilidad social y la generación de contenidos para generar, desde las cátedras, respuestas creativas e innovadoras a los desafíos nacionales, regionales y mundiales

Por Kevin Salazar Recinos

Un nuevo año, otro año universitario cargado de aprendizaje. La zozobra continua al no saber si la educación salvadoreña regresará a las aula, pero lo único que sé es que hoy inicia una nueva modalidad de formación: la semipresencialidad. El 2020 nos demostró que los planteamientos didácticos pueden formularse para un mundo digital; sin embargo, reconocimos que las materias pragmáticas requieren de tres momentos claves: asincrónico, sincrónico y cara a cara. Y para ello, los docentes debemos apostar por una nuestra estrategia metodológica: el aprendizaje basado en retos. Siguiendo la secuencia que estamos impulsando en la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad Dr. José Matías Delgado (UJMD): aula invertida.

De ahora en adelante, hay que reconocer que los estudiantes son entes activos que habitan e interactúan con su realidad. Entonces, mientras el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) y los miembros del Gabinete de Salud Ampliado giran instrucciones sobre cómo regresar a un aula física, asumamos que estos meses serán virtuales; por consiguiente, nuestros estudiantes tienen una realidad cercana: su comunidad (barrio, caserío, casco urbano o Área Metropolitana), y por ello, nuestras planificaciones de clases deben establecer diversos retos de aprendizajes que incluyan el proceso de ideación, reflexión, propuesta e implementación que deriven hacia la ejecución de acciones específicas que beneficie su comunidad dentro de la duración de una materia, esto le dará un giro sustancial al proceso de aprendizaje. El conocimiento aunado a la experiencia se convierte en la sangre que corre por las venas y que anima al universitario a vivir su propia importancia como individuo capaz de dar y beneficiar a la sociedad.

Definamos entonces, ¿qué es el Aprendizaje basado en retos? Este es un enfoque pedagógico que involucra activamente al estudiante en una situación problemática real, relevante y de vinculación con el entorno, la cual implica la definición de un reto y la implementación de una solución. Se centra en la adquisición de nuevos conocimientos y el desarrollo de competencias y habilidades blandas a partir del surgimiento del reto.

Este tipo de aprendizaje está vinculado con el aprendizaje vivencial, que tiene como principio fundamental que los estudiantes aprenden mejor cuando participan de forma activa en experiencias abiertas de aprendizaje, que cuando participan de manera pasiva en actividades estructuradas. Entonces, este nuevo semestre académico deben contener estos dos tipos de aprendizaje para dinamizar la formación de ciudadanos éticos comprometidos con el desarrollo social del país a través de la generación de conocimientos mediante proyectos de innovación y de transformación.

Y esto lo quiero recalcar con la pertinencia social se propuso como uno de los puntos fundamentales en la Conferencia Mundial sobre Educación Superior de la UNESCO, celebrada en París en el año 2009. Además, se hizo un llamado a las universidades hacia una mayor responsabilidad social y a la generación de conocimiento para dar respuesta a desafíos globales que abarcan desde la seguridad alimentaria, el cambio climático, el manejo del agua, así como el diálogo intercultural y la salud pública mediante la formación de “ciudadanos éticos comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia” (Tünnerman, 2010 p. 45).

Y para el 2025, de acuerdo con el reporte Empleos del Futuro creado por el World Economic Forum, dentro de las diez habilidades esenciales para desarrollar se encuentran el Liderazgo e Influencia Social (Whiting, 2020). Las universidades tienen el reto de formar seres humanos que se involucren como líderes con un alto grado de responsabilidad en su comunidad.

Antes de la pandemia era necesario extender los saberes implicando al alumno en experiencias fuera de los límites físicos del aula, el reto que tenemos frente a nosotros nos exige, además, trascender el confinamiento doméstico con ayuda de los espacios virtuales, llevándonos a un nuevo nivel: dirigir los límites conceptuales y físicos-virtuales más allá del campus universitario y del aula virtual. El Aprendizaje basado en retos permite relacionar el proceso de conocimiento con el entorno, el cual es un campo de oportunidad para lograrlo. Bajo la perspectiva de John Dewey es posible considerar la acción educativa como un medio para alcanzar las mejores propuestas para el desarrollo social (Niebles, 2005).

Por lo anterior, es esencial involucrar a los alumnos desde el origen mismo del reto a partir de una reflexión que les permita explorar las necesidades de la comunidad y definir los propios límites del desafío para proponer soluciones tangibles que implementen durante el tiempo destinado a un bloque o a una materia en cuestión. Un bloque es un “conjunto de al menos un reto junto con módulos de aprendizaje con conocimiento teórico y práctico” (Villanueva, 2019).

Esto es complejo, como diría Edgar Morín, pero la perspectiva educativa en los últimos tiempos se ha decantado por acercar haceres y no solo saberes teóricos a la vida estudiantil. Como sabemos, la pedagogía tradicional se ha quedado corta en el binomio enseñanza-aprendizaje y el enfoque heredado hacia el conocimiento, instalado en una sola vía maestro-alumno, se enfrenta a diversas situaciones que nos alejan cada vez más de esa perspectiva mostrando una interacción dinámica y de múltiples vías. Ahora estamos en un escenario con oportunidades de redefinir la educación universitaria a través del desarrollo curricular, que puede condicionar y modificar el mesocurrículo y el macrocurrículo para asumir una nueva escuela, en este caso, una nueva universidad para el Siglo XXI.