Sacrificio y pasión: el camino de Sandra Acosta para convertir su restaurante en un legado

Superar el miedo al fracaso fue el primer desafío de Sandra Acosta. Con pocos recursos, pero mucha determinación, convirtió su pasión por la cocina en un restaurante exitoso. Entre sacrificios y obstáculos, aprendió que el éxito no llega de inmediato, sino con perseverancia. Esta es su historia.

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Foto con licencia para ECC.

Por: Ana Chavez, Bryan Domínguez, Daniela Abrego, Verónica Vasquez, Xochitl Mejia / una actividad de la Cátedra de Redacción para Plataformas Digitales, impartida por Lic: Miguel Alfonso Martínez Martínez.

“Mi mayor miedo era fracasar y  no poder sacar adelante a mi familia”. Así lo vivió Sandra Acosta, una emprendedora detrás de este caso sorprendente. Ahora, el aroma de la comida recién hecha inunda cada rincón del restaurante.

Es un lugar cálido, lleno de recuerdos y sacrificios. Cada plato que se sirve cuenta una historia, no solo de sabor, sino de lucha, de días difíciles y de noches sin dormir. Este negocio no nació de la abundancia, sino de la necesidad. Pero, sobre todo, nació del amor por la cocina y el deseo de ofrecer un hogar a través de los sabores.

«Cuando comenzamos, no teníamos nada seguro. Era una apuesta que podía salir bien o destruirnos económicamente», recuerda la dueña del restaurante, con los ojos llenos de emoción. Con cada plato que preparaban, con cada cliente que entraba por la puerta, la incertidumbre seguía presente. ¿Sería suficiente para mantenerse a flote? ¿Valdría la pena todo el esfuerzo?

El primer año fue el más difícil. «Había días en los que no vendíamos casi nada. Nos preguntamos si habíamos tomado la decisión correcta», confiesa. Pero rendirse no era una opción. Con el tiempo, fueron encontrando su esencia, ese toque especial que hacía que los clientes regresaran. «Aprendimos que un restaurante no solo vende comida, vende una experiencia, un lugar donde la gente se sienta como en casa».

A pesar de que, aproximadamente el 18% de las pequeñas empresas fracasan durante su primer año, y alrededor de 50% cierran en un lapso de cinco años. Según el blog Personal Finance. Sin embargo, este no fue el caso de Sandra.

Levantar un restaurante desde cero significa renunciar a muchas cosas. «Me perdí cumpleaños, reuniones familiares, momentos con mis hijos… A veces me preguntaba si estaba haciendo lo correcto, pero sabía que lo hacía por ellos», dice, con un suspiro profundo.

Cada día empezaba antes del amanecer y terminaba mucho después de que el último cliente se iba. El cansancio se acumulaba, pero también la satisfacción de ver cómo el negocio crecía. «No hay nada más gratificante que ver a alguien disfrutar tu comida y saber que ese plato tiene detrás años de sacrificio y amor».

Hubo un punto en el que todo parecía derrumbarse. Una mala racha de ventas casi los obliga a cerrar. «Estábamos al borde. Había noches en las que no podía dormir pensando en cómo íbamos a pagar las cuentas», recuerda. Pero, en vez de rendirse, buscaron maneras de reinventarse. Cambiaron el menú, mejoraron la atención al cliente, invirtieron en pequeños detalles que hicieron la diferencia.

Y un día, todo cambió. «No sé si fue suerte, destino o simplemente el resultado de no rendirse, pero la gente empezó a llegar. De repente, el restaurante estaba lleno, la cocina no daba abasto, y por primera vez en mucho tiempo, sentimos que habíamos logrado algo increíble.

Si pudiera hablar con su versión del pasado, la que dudaba y tenía miedo, le diría: «Ten paciencia. No todo saldrá bien a la primera, pero cada caída te hará más fuerte. No te rindas antes de ver los frutos de tu esfuerzo».

Hoy, el restaurante es más que un negocio. Es un legado, un espacio construido con amor, perseverancia y muchas lágrimas. «A veces me detengo a mirar todo esto y pienso en cuánto ha cambiado mi vida. No fue fácil, pero sí valió la pena»

Hoy, Sandra mira su restaurante “The corner” lleno y sabe que cada sacrificio valió la pena. Pero tú, ¿Cuántos sueños  has dejado en el camino por miedo a fracasar?

Premio a The Corner Restaurant. Foto de Xochil Mejia.