Kevin Salazar, docente de la Escuela de Ciencias de la Comunicación, desgrana el libro: Décalogo para la mejora de la docencia online. Propuestas para educar en contextos presenciales discontinuos, de un grupo de profesores de la Universitat Oberta de Catalunya para entender cómo diseñar un buen curso, elegir estrategia y actividades para la modalidad virtual en la que se está atendiendo por la crisis de la COVID-19
Por Kevin Salazar Recinos
Para todos los profesores de las Instituciones de Educación Superior (IES), El 2020 será una fecha clave para la historia educativa, pues es un año cargado de cambios significativos sobre la labor de enseñanza de profesionales a causa de la pandemia COVID-19. El coronavirus hizo acelerar la transformación digital sobre la forma de organizarnos, relacionarnos, e, indiscutiblemente, las maneras de enseñar y aprender en un contexto que implicó la práctica docente híbrida (presencial y virtual) o docencia remota con soporte de tecnología, lo que requirió realizar investigaciones internas sobre el desarrollo curricular para plantear una propuesta de innovación educativa.
Aún es incierto el retorno a clases en medio de la pandemia. El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT) suspendió clases presenciales hasta el 31 de diciembre, pero en las Universidades se está iniciando el nuevo curso académico para el 2021, en los cuales se discute el número de personas por aula, qué protocolos serán los adecuados para el distanciamiento social, cómo deben ser los horarios de clase, en fin, una serie de directrices administrativas, pero la cuestión es, ¿cómo proseguiremos para impartir clases si ya nos aventuramos a las aulas virtuales?
Todos los estudiantes critican que no les gusta la virtualidad. Hay un sinfín de mensajes en Twitter quejándose del ciclo académico en entornos digitales, y es comprensible la molestia, pues provienen de un sistema educativo bancario y con lógica presencial. Aunque en el 2008, cuando el MINEDUYCT publicó el Currículo al servicio del Aprendizaje, basado en competencias, el currículo salvadoreño, que se caracteriza por ser constructivista, debe replantear políticas a servicio de la ciudadanía para poner en marcha las competencias que nos lleven al desarrollo humano, tecnológico y económico. Entonces es lógico escuchar que una clase les aburre por Meet porque tienen en mente esa vieja estructura del sistema educativo.
Y no solamente los estudiantes, los profesores universitarios, que se han resistido al cambio, siguen implementando las viejas estructuras para impartir clases virtuales con lógicas presenciales. Es cierto, a ningún actor educativo nos han enseñado a cómo impartir clases virtuales, pues la propuesta siempre dio miedo por la comparación de las tendencias mundiales de cómo se hace afuera y descuidando los retos de país para consolidar las competencias tecnológicas. Intentamos todo lo posible por mantener la calidad, la equidad y la igualdad frente a la brecha digital. Entonces, todos estamos aprendiendo sobre la marcha.
Explorando en la literatura especializada sobre educación en la COVID-19 encontré un libro reciente en España, titulado: Décalogo para la mejora de la docencia online. Propuestas para educar en contextos presenciales discontinuos, que un grupo de profesores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) han escrito para reflexionar sobre el nuevo escenario educativo en las Universidades. El libro es de descarga gratuita y es un punto de partida para que docentes y estudiantes universitarios comprendan cuál es el nuevo futuro viable. Esto no será sencillo, pues todo es complejo y necesita que todos los actores tengan cabezas bien hechas para repensar y ejecutar los diseños y los desarrollos didácticos.
La lectura de este libro me hizo cuestionarme, ¿estamos ahora mejor preparados para la enseñanza en entornos virtuales de lo que nos encontrábamos hace unos meses? En marzo, todos migramos, de la noche a la mañana, a un aula virtual. Estresados por el miedo de cómo usar Meet, ZOOM, Classroom, entre otras herramientas para interactuar con los estudiantes. Estoy seguro que la integración al mundo virtual, desde la educación, ha sido dispar, pues no todos tenemos los mismos conocimientos ni los mismos recursos tecnológicos (almacenamientos de dispositivos, conexiones a Internet, aplicaciones de videollamada, entre otras). Además de esta limitante, la otra ha sido las estrategias para impartir una clase. Entonces las competencias de comunicación verbal deben ser claves en el docente para mostrar que es un mediador dinámico y empático.
Entonces, qué es lo primero que debemos hacer: diseñar bien el curso. Albert Sagrà, catedrático de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC y coordinador de la publicación, explica que para superar el distanciamiento social, «lo primero que hay que hacer es diseñar bien la asignatura, elaborar actividades puntuales en donde los estudiantes puedan interactuar entre ellos». Si las clases virtuales no proveen a los alumnos de oportunidades para trabajar en equipo, afirma, no es porque el contexto online tenga esas limitaciones, sino porque el curso está mal diseñado.
Entonces, el especialista indica que la programación (planteamiento didáctico) debe tener coherencia con objetivos y competencias claves, es decir, uno de profesor debe ser capaz de problematizar los contenidos para que se identifican actividades y evaluaciones de diagnóstico, formativas y sumativas que potencien las nuevas habilidades que exige el siglo XXI con la Revolución 4.0. Otro aspecto que destaca Sagrà es que las relaciones entre docente y estudiante debe ser fluida y concentrada en la retroalimentación de las actividades para que el alumno asimile sus aciertos y desaciertos. “De esta manera, consigo que el alumno asuma por qué lo ha hecho mal, y que entienda más y mejor aquello que, en un principio, no había captado adecuadamente. En la formación en línea, a veces te encuentras con pruebas de tipo quiz que te marcan las respuestas que has dado mal, pero no te explican el porqué”, añade Sangrà.
Y comparto la visión del educador al decir que en la formación en línea, sobre todo en el uso de la videollamada como actividad sincrónica, no se trata de hacer sesiones maratónicas, sino organizar esos encuentros para un diálogo y reflexión del proyecto o una instrucción que permita señalar y consolidar competencias en el pregrado. Para ello, hay que trabajar en herramientas digitales que permitan el trabajo articulado entre el docente y el estudiante. Pues todo gira de aprender en aprender, teniendo una actitud crítica con el uso de la tecnología para identificar cuándo y cómo utilizarla.
Nuevas actividades para los entornos digitales
La innovación educativa es inevitable y también la incorporación de una nueva modalidad de diseño y desarrollo curricular: la semipresencialidad. Los expertos de la UOC en el libro clasifican las actividades que se pueden utilizar para los entornos digitales y que puede ayudar en los planteamientos didácticos de los cursos:
- Actividades de análisis y síntesis, normalmente individuales (mapas conceptuales, esquemas, infografías…).
- Actividades de investigación o resolución de problemas, ya sea de forma individual o en grupos pequeños, como estudios de caso, proyectos o trabajos de campo.
- Actividades de interacción y comunicación, en las que el docente debe estar atento para animar al estudiante a expresarse, debatir y discutir ideas preconcebidas (debates virtuales, encuestas de grupo seguidas de una discusión, etcétera). Unas tareas que, además, pueden desarrollarse de forma síncrona o asíncrona.
- Actividades de construcción colaborativa de conocimiento, resolviendo situaciones del mundo real que involucren una negociación y la elaboración colaborativa de soluciones.
- Actividades de reflexión.
Y para ello, el decálogo recomienda las siguientes herramientas digitales para su uso, según las actividades planteadas: Google Académico, Pixabay (para imágenes) o CC Search (para contenido bajo licencias Creative Commons), a herramientas de comunicación social, ya sea a través de servicios de mensajería instantánea (como WhatsApp, Hangouts o Discord), videoconferencia (Zoom, Jitsi Meet, Skype, Open Meetings), redes sociales o blogs, pasando por herramientas para la creación de contenido, como editores de imagen o vídeo, capturadores de pantalla, creación de comics, podcasts o páginas web, presentaciones multimedia o infografías. Todo un inmenso abanico de posibilidades.
Nuevas formas de enseñar y evaluar, según los expertos de la UOC
Lo ideal fuese que las Coordinaciones Académicas de las carreras de pregado y posgrado tirarán las líneas de la evaluación en formación continua, para que los docentes logren problematizar los contenidos en proyectos que articulen la docencia, la investigación y la proyección social ante el nuevo escenario que se empieza a mostrar: un mundo poscovid. La evaluación en formación continua sirve para que el propio estudiante identifique sus puntos débiles y pueda mejorarlos; y que haya múltiples canales de evaluación (pruebas objetivas sencillas, trabajos, actividades en grupo, entre otras).
Sangrà y sus colegas reflexionan en su decálogo que hay estudiantes a los que el sistema de quizzes no les va bien, porque les exige sobre todo memorización, para poder responder correctamente, y no evalúa, por ejemplo, todo el proceso para resolver un problema. La educación bancaria ya no es un requerimiento para el nuevo escenario de país, considero que el Aprendizaje basado en problemas es la nueva hoja de ruta para consolidar competencias básicas, genéricas y específicas que dictan los planes de estudio, entonces, los docentes que ejecutan el desarrollo curricular deben sumarse a esto también.
Para el grupo de expertos de la UOC, un contexto de enseñanza virtual, semipresencial o presencial discontinuo requerirá, en primer lugar, facilitar la organización que dé claridad del curso y sus actividades, además de expresar los criterios de evaluación con retroalimentación, dejando evidencia el acompañamiento de la formación del estudiante. En segundo lugar, será necesario que las Coordinaciones Académicas den orientaciones sobre la flexibilidad ante la presencia y ausencia del docente, pues muchos colegas creen, así como estudiantes, que la única forma de estar presentes es que vean nuestra imagen a través de la pantalla. Pero en los entornos virtuales, nosotros podemos estar conectados aunque no estemos físicamente interactuando en un determinado momento: estamos presentes si, cuando alguien manda un mensaje, respondemos; estamos presentes si, cuando nos preguntan directamente, damos una respuesta en un periodo corto de tiempo; estamos presentes cuando, en un debate en un foro, participamos para reorientar la conversación y el estudiante se da cuenta de que estamos ahí.
En definitiva, se trata de diseñar programaciones que contemplen la formación en los dos entornos, el presencial y el virtual, y de establecer los vínculos que permitan enlazar las actividades realizadas en ambos para que presencialidad y virtualidad se liguen de una forma fluida.
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