El académico que lidera el Centro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades (CICH), de la Universidad Dr. José Matías Delgado (UJMD), publicó en elsalvador.com un artículo de opinión sobre las computadoras como un medio y no un fin. Además, resalta que para afrontar la educación a distancia el factor docente es determinante
Por Óscar Picardo Joa, artículo íntegro publicado en elsalvador.com
Desde mediados de los 90, con el surgimiento de internet, se ha estado discutiendo el rol y la importancia de la informática en los sistemas educativos; en 2003, en el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) publicamos uno de los artículos más leídos y plagiados: “Pedagogía Informacional: Enseñar a aprender en la sociedad del conocimiento”, inspirado en las ideas del destacado profesor Manuel Castells. El debate se centró durante muchos años en la paradoja de la informática: ¿como medio o fin?, ¿como contenido curricular o como eje transversal? La mayoría de académicos y científicos serios optó por la informática como medio, como herramienta, como eje.
Hoy que ingresamos al escenario de la economía digital (más el impulso forzado de la pandemia de COVID-19) y, que observamos a muchos sistemas educativos preocupados por lograr la relación “uno a uno” (alumno-computadora), bajo el modelo OLPC (One Laptop Per Child) que inspiró, por ejemplo, el Plan Ceibal de Uruguay o el intento fallido de “Una computadora-un niño-una niña”, reaparece el debate sobre su viabilidad, costo-beneficio y relevancia. Los costos de equipo y conectividad representan un desafío para los países en vías de desarrollo o pobres, ya que es el gobierno el que debe subsidiar no menos de US$ 1,000 anuales; esta cifra la debemos multiplicar por la matrícula (en nuestro caso 1.2 millones de estudiantes) y por el plantel docente (en nuestro caso cerca de 50,000).
A esto debemos sumar otros factores no menos importantes: a) La geografía y las sombras de conectividad; b) La alfabetización digital docente y la bilateralidad; c) Los flujos de estudiantes anuales de ingreso y egreso del sistema; d) La reposición y reparación de equipos; e) El modelo educativo online; f) El currículo para una educación online; g) Los materiales didácticos multimedia; h) Las plataformas educativas; entre muchos otros aspectos. El gobierno de El Salvador se ha propuesto todo esto en un año, buscando cerrar la brecha digital, tarea que NO será posible en el tiempo propuesto, sino que representará un costo mucho mayor que lo presupuestado y proyectado. No obstante, es un reto indelegable.
Todos los estudiantes, tarde o temprano se enfrentarán a circunstancias digitales laborales, ya no hay sector que no esté articulado en la economía digital y en la trasformación digital. Para saber más sobre esto puede buscar en Google: Informática Social aplicada: Caso El Salvador. Antes de iniciar una entrega masiva de computadoras el gobierno debería asegurarse que todos los docentes poseen las capacidades y habilidades digitales; y no basta con un cursito de Google Clasroom, se necesita un trabajo más profundo dado que se requiere un cambio cultural y de paradigma hacia el modelo computacional pedagógico y didáctico; sobre todo, en aquellos docentes que no son nativos digitales y que enseñan como ellos fueron formados y, en dónde habrá mucha resistencia al cambio.
Una primera medida inteligente sería dividir a los docentes en dos grandes grupos, los formados antes de 1995 (que demandarán más capacitación) y el resto, que sólo necesitarán actualizaciones menores. Otro tema de debate y discusión científica es: a qué edad (en qué grado) y qué tipo de equipo se debe entregar. Esto va más allá del análisis costo-beneficio que debería hacerse de modo responsable y no se ha hecho y que tampoco es un tema de “olfato”; consideremos las preocupaciones psicopedagógicas de individualismo y falta de socialización actual; también el impacto a nivel neurológico en la formación del símbolo, en los procesos de codificación y decodificación y en la dimensión sensomotora.
Lo anterior no debe interpretarse como una negación postmodernista cargada de humanismo, sino como una preocupación pedagógica saludable para pensar e investigar sobre la formación de los ciudadanos del futuro. No hay discusión ni vuelta atrás, estamos en la sociedad del conocimiento, en la economía de la información y digital, en la era de automatización, robótica, Big data, IoT, bockchain, nanotecnologías, etcétera.
Pero no olvidemos que estamos formando seres humanos, no máquinas productivas y competitivas. Equilibrio es la clave: Humanismo y tecnologías. Un último consejo: Revisen las conclusiones del “Plan Ceibal” publicado por IberTic de la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la Ciencia y la Cultura (OEI): “Hay tres posiciones discursivas que representan las percepciones de los docentes sobre el plan y que condicionan el modo y grado de apropiación de este. Son caracterizadas como de apoyo importante, apoyo crítico y de resistencia. Resulta de importancia trabajar sobre el sentido pedagógico del plan en relación al cuerpo docente: hace falta una narrativa que articule los diferentes significados que los agentes le otorgan a la experiencia”. Las computadoras son un medio y no un fin; influyen, pero no determinan; el factor determinante es el docente.