Ejercicio poético 4: Paisajes, una introspección mística

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“Si esta ciudad tiene poesía es porque hay almas que la producen”, decía el poeta francés André Chénier, quien era un firme creyente que el arte de los versos tiene que salir del corazón y sembrarse en el interior de las personas para llevarles vida y esperanza.

A continuación, te dejamos el cuarto ejercicio poético para que hagas una introspección en tu ser y que estos versos despierten todas tus emociones

Paisajes                                                      

         Justo Pastor Zelaya Licona

Así como se transforman las semillas

para dar a luz hermosas plantas

así también las personas que reciben

la imperecedera sensación de la bondad

pueden transformar

su fértil intencionalidad en bellas montañas

de milagrosa compasión y urgente solidaridad.     

El tiempo besa la luz de la sabiduría

y con ella nos da la oportunidad

de reconocer entre abundantes vestigios

la abrigadora motivación

de Agradables Caricias de Extensión Eterna. 

Quizás los paisajes

se propagaron desde las galaxias,

quizás desde los vacíos. Desde el mero origen,

desde las circunstancias evolutivas, desde el destino.

Posiblemente desde tecnologías alienígenas.

Los hay aún desde las guerras, desde la globalización, desde la pobreza;

desde los errores, desde el desamor, desde la ingenuidad.

Quizás los paisajes se desenrollan

desde la facultad angelical

o quizás desde la nada.

Embellecen la laberíntica ruleta

de los ciclos temporales y nos inspiran:

Un tiempo para escalar las escarpadas cumbres,

un tiempo para enfrentar la tenebrosa obscuridad,

un tiempo para irrigar

el corazón en los clamantes desiertos

y tiempos para encontrar las jubilosas alas del viento.

Un tiempo para anidarnos en surcos mentales de paz

y tiempos para saciarnos en los efluvios del amor.

Tiempos para inmersionar en las profundidades

de los misteriosos y numerosos mares,

y un tiempo para esculpir nuestra valiente pasión

[en algún dorado esfuerzo de dignidad.

Podemos ser fruto o flor,

hoja o rama, el veneno del límite o raíz indispensable;

podemos vestir nuestra voluntad

con los tejidos de amorosas manifestaciones

y convertir cada uno de nuestros días

en peldaños hacia la infinidad.

Podemos comprender

los perfectos y humildes horizontes de la existencia

desde donde descienden multidinámicos espectros

de colores perpetuos que resplandecen

en nuestro interior mientras nuestros actos

producen profundas significaciones

en las tierras de la sinceridad.

Los mejores paisajes del universo somos nosotros

cuando encontramos

nuestra propia verdad

y algún sentido de plenitud                                                                                             en nuestras humanas competencias.