El miedo es definido según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) como “la angustia por un riesgo o daño real o imaginario”, entendiendo así que no necesariamente se le teme a algo real. Evelio Artiga, asesor de comunicaciones de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), afirma que sí se utiliza el miedo en la política como una estrategia comunicacional que crea un sentimiento en las personas. Aunque era una práctica mayormente aplicada en el pasado, sigue estando impregnada en el quehacer del marketing político actual.
“Las campañas de miedo que antes se veían de manera común en cualquier medio, ahora han evolucionado a campañas sucias: difamación, tergiversación, calumnia; es decir, sigue existiendo la campaña de miedo, pero ahora se combina con la sucia”, dijo Artiga.
Por su parte, Fredi Benítez, secretario privado del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) dice que: “el miedo se utiliza como una herramienta política para crear el sentimiento de temor en las personas y así justificar las medidas adoptadas por los funcionarios para favorecerse a sí mismos. Ellos plantean que es una realidad justificada cuando lo que existe es una realidad amañada y estéril la que se nos plantea”.
Cuando el miedo se combina con la comunicación y con la política, se crea un arma poderosa que puede lograr que se cumplan objetivos. Claro está que el miedo llega en forma de amenaza, una amenaza libre de ataque o de torturas. El columnista de la revista de humanidades Papel de Periódico, Juan Pérez Ventura, manifiesta en su artículo «Cómo funciona el mundo (1): la política del miedo» que: “el miedo está presente en la política hasta el punto que se podría decir que la política es el arte de dar miedo para que te obedezcan. Infundiéndole miedo, la población aceptará políticas económicas, políticas bélicas, políticas sociales […] Decisiones políticas, en definitiva, que no habrían sido aceptadas en condiciones normales. Porque cuando una sociedad vive con miedo, no está viviendo en condiciones normales.”
El primer paso del miedo es la ansiedad. La gente llega a un punto de temer tanto a los riesgos que se le imponen, que terminará aceptándolos. Benítez afirma que es necesario recordar que el miedo también es propagado por medio del rumor o del chisme, deduciendo que estas formas de impregnar el temor son parte de la vox populi (la voz del pueblo), y que tiene como fin único obtener réditos políticos y sociales por parte de algunos funcionarios o, incluso, candidatos.
Existe un término que cabe destacar, y es el que muchos políticos han decidido llamar “la ideología del miedo” siendo esta la perturbación angustiosa del ánimo por una situación de riesgo. Esta ideología es utilizada, según Joaquín Estefanía, periodista español, como arma de dominación política y control social. Es omnipresente, y produce desconfianza y conflicto. Pero esto no puede existir sin los fabricantes del miedo, los mayormente vinculados a la propagación de este fenómeno, y quienes están muy vinculados a los medios de comunicación. La difusión de estos discursos se apoya en gran manera en la comunicación estratégica, la cual en la actualidad es bastante utilizada en el discurso político, ayudando a la creación del mensaje y a la efectividad con que este impacta en el público de interés al que los políticos y/o funcionarios quieren llegar.
Según Artiga, el fin principal del miedo en la política es la persuasión: tocar el sentimiento en la persona y lograr que esta vote por ellos y no por los otros. De esta manera, lo que ciertos políticos quieren lograr es tener una realidad disfrazada y es que en política existen tres tipos de verdad: tu verdad, mi verdad y la verdad de los demás. Dependiendo de cómo se utilice la realidad, se puede ir moldeando la práctica de la campaña del miedo.
En 2015 Mauricio Macri, presidente de Argentina, fue acusado de utilizar la campaña del miedo como arma de comunicación para llegar a la presidencia de la nación, utilizando su discurso político principalmente para hablar en contra del candidato opositor. “La campaña del miedo ha existido siempre y seguirá existiendo. La diferencia radica en que ahora es menos miedo y más desprestigio, menos miedo y más campaña sucia. Con el miedo y la campaña sucia tienen, según ellos, una campaña acertada”, expresó Artiga. En los tiempos actuales, este comunicador ejemplifica la forma en que los políticos utilizaban y utilizan este recurso en sus discursos: “Si votas por este partido, se nos vendrá un régimen comunista y las libertades se van a acabar”, “si votas por el otro partido, en la empresa privada te seguirán explotando, y nunca progresarás, porque solo se busca hacer más ricos a los ricos”.
Corey Robin, autor del libro “El miedo: historia de una idea política”, sugiere que el miedo político no debe entenderse como un mecanismo “salvador del yo” sino un instrumento de “élite” para gobernar las resistencias dadas del campo social, donde existen dos tipos de miedo: el externo, que implica el temor de una colectividad frente a algún riesgo, y el interno, que se deriva de conflictos verticales de una sociedad. Este último es el más utilizado en la política como arma de comunicación estratégica.
Datos del columnista
Nery Monge. Estudiante de la Escuela de Ciencias de la Comunicación y colaborador en la producción periodística de la Revista Matías +plus.