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Mario Quiñónez: «La pandemia me ayudó a innovarme y me reorientó a escribir cuentos costumbristas»

El graduado y profesor universitario de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC) tiene en sus manos su primera obra titulada: «Níspero bejuco», una selección de 15 cuentos costumbristas que produjo durante la cuarentena. El también actor salvadoreño nos revela cómo fue su experiencia en cine

Es actor salvadoreño. Su reciente participación fue en la cinta: «Jalón», donde da vida  “Mario”, un rol secundario y un salvadoreño de a pie. La película fue semifinalista en el New York Latino Film Festival, 2020.

Por: Adriana Rivera

Mario Quiñónez se define como un profesional multifacético. Ama escribir, interpretar y actuar. También le gusta su vida de profesor universitario en la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad Dr. José Matías Delgado (UJMD), de donde se graduó y ahora disfruta compartir sus conocimientos en materias como Gramática y Redacción y de Literatura Aplicada a las Comunicaciones. Entre su vida universitaria y profesional, el talento ECC nos cuenta en una entrevista muy personal sobre sus aspiraciones y qué espera de este futuro cargado de incertidumbre.

¿Quién es Mario Quiñónez?

Un profesional multifacético que está queriendo comerse al mundo de diversas formas, a través de la escritura, la actuación o interpretación, de la enseñanza; a través de lo que yo puedo ofrecer al mundo con el arte tan universal, en sus diferentes áreas y ver cómo puedo cambiar también al mundo, a las personas, a las personas que están a mi alrededor de una manera positiva, propositiva y que eduque también. Creo que es la meta principal. No es tanto porque quiero hacer esto, porque quiero lucirme en algo o aparecer en cierto programa o cosas por el estilo que la gente cree que esto a uno lo motiva. Es una pasión. Yo creo que estar trabajando en esto es una pasión. Cada cosa tiene la paciencia, la valentía, el esfuerzo, el cansancio, la tristeza, la depresión en ciertos puntos, que ya lo referente al ámbito de la interpretación, pero eso más que todo.

¿Cómo descubrió su pasión por las artes escénicas?

Es bien curioso, mi pasión por las artes escénicas inicia desde pequeño, siempre quise salir en obras de teatro, porque me fascinaba como se vestían algunos personajes. Así que me animé a dramatizar cuando yo estaba en parvularia, luego, lo volví hacer cuando estaba en primer grado. En mi camino de la formación, me encontré con la literatura y empecé a enamorarme de los mundos que me ofrecían los libros que yo leía.

Entonces, me empecé a decir: “Hey, tienen características que me identifican. Me gustaría interpretarlo en una puesta en escena”. Y en 2017, que cursaba mi séptimo grado, participé en la primera generación de teatro que se fundó en el colegio donde estudiaba. El proceso fue divertido y puedo decir que allí inició todo, de forma formal.

Después me enfrenté a la oratoria, cuyos ejercicios me llevaron a desempeñarme como maestro de ceremonia, ¡Híjole! en muchas actividades que me llevaron a ser más profesional, más maduro, a pesar de mi corta edad. También, me cargaron de mucho estrés, porque yo quería hacer bien las cosas, no darme la oportunidad de equivocarme, entonces la presión que me exigí fue fuerte, pero llegó un momento en que también sopesé todo y decidí hacer todo por pasión, donde ya no importa si me equivoco, sino de arriesgarme para mejorar.

Mario Quiñónez y Vanessa Tomasino en la película «Jalón».

¿ Cuál fue su primera experiencia en una audición?

Mis inicios en las audiciones se remontan al año 2013, cuando yo doy un salto del teatro, digámoslo así: “¡Hey!, ¿cómo sería actuar ante una cámara?”. Entonces, llega el momento de especializarme un poco en diplomados en televisión, en aptitud. Luego, llega el momento de ir a audicionar para un largometraje. Y mi primera actuación se da en “La palabra de Pablo”, una producción salvadoreña de Arturo Menéndez. Fue mi primera producción, mi primera audición y la primera vez que quedo seleccionado para un papel. Pasé para el siguiente callback, luego para el segundo callback y quedé frente a frente con otro actor. Lastimosamente, el personaje no quedó conmigo y ahí es donde me empecé a dar cuenta que este mundo es de luchar, no es decir, no quedé, ni modo. No, para mí no. Al contrario, vienen más y más (audiciones). Para mí fue exitoso esta experiencia, porque no pensé en no iba aquedar en ninguna de las fases que estaban, pero, al final, me seleccionaron en la película para un personaje como un cameo o un extra en la historia de un personaje principal.

Esa fue para mí una victoria, lo tomé con humildad y felicidad. Eso me llevó a otras audiciones y así llegué al filme: «Jalón». Lastimosamente, por la pandemia, mi última audición presencial la realicé para Record Studios, que buscaba actores para una serie de televisión, pero la covid-19 detuvo todo. Y hasta el momento, no tengo noticias sobre esa producción para pantalla chica. Esto no me desanimó, seguí y me atreví a presentarme con Kenia Films para un metraje argentino. Preparé un escenario en mi casa con fondo blando, puse una cámara, utilicé el trípode, me puse una camisa normal y decidí mantener en mi rostro gestos naturales. Entonces, grabarme para audicionar me hizo aplicar lo que me enseñaron en Sivar Actors Studio (SAS) y funcionó, gracias a Dios.

¿Cuál ha sido el papel para el que más te has preparado?

 Fíjate que fue el último que hice qué fue como un antagonista: un psiquiatra para ser precisos. Este era para el cortometraje “Agnosia”, que es un cortometraje independiente que está en las redes sociales. El proceso que más me costó fue darle vida a este especialista. Hice lo más básico de recopilación de datos: entrevistar a doctores o psiquiatras. Tuve que entender muy bien cuál es la conducta que toma este experto para poder ser creíble. Y en el proceso de caracterización, decidí cortarme el pelo estilo nazi, pintarme el cabello también con un color un poco más rubio. Fueron como compromisos que adopte para poder interpretar este personaje. También, era alguien que era muy sádico, muy malo, tanto así de llegar al punto de la tortura, entonces creo que eso a uno, como ser humano, le cuesta bastante. No estamos jugando a ser el malo de la historia es comprometernos a ser un ser humano que se comporta de esa manera y encontrarle la justificación del por qué yo voy a reaccionar de esta manera.

Entonces, el actor tiene que darle el objetivo, la réplica para que yo reaccioné de esa forma, pero siempre en el respeto debido. Ese ha sido el personaje que más me ha costado. En “Jalón”, que es otra producción internacional salvadoreña, este personaje al que le di vida, te puedo decir que no me costó mucho, porque me dieron la libertad de ser Mario en un momento divertido y un poco dramático. Por tanto me dije: relajarte si vas a decir palabras soeces y hazlo cómo tú te sientas cómodo. Tuve la libertad porque la cámara no está observándome, estaba escondida entonces era como la libertad de poder hablar sin decir estoy actuando. Creo que ése ha sido de los personajes con el que más me he divertido por lo complejo y diferente de actuar a otras producciones.

Mario concentrado en su papel como psiquiatra para un mediometraje.

¿Muchos alabaron su participación en “Jalón”, por qué vimos a un  Marito con una faceta un poco diferente?

Sí, tenía ese compromiso también. Bueno, ya estaba dando clases, ya tenía varios grupos de estudiantes, cuando vean esto, yo decía: ¡Híjole! me van a escuchar un poquito subido de tono algo que no es muy común. Personas me escribieron también por aparte me felicitaron. Gracias a Dios felicitaron también a la producción, a la protagonista, a la dirección, al subdirector; pero como te digo, eso es lo chivo de poder sacar un lado mío qué tal vez nadie o no muchos pueden y que el cine lo lleva con un compromiso social, porque al final estaba mostrando que el salvadoreño, siendo un poco chabacano, pero te va a dar ánimos, te va a dar la pauta de que sigas adelante. Aunque suene un poco vulgar o un poco jocoso. Al fin y al cabo, es cierta conducta del salvadoreño.

Además de ser actor y profesor, sabemos que has incursionado en la literatura ¿Cómo nace esa iniciativa de escribir microcuentos?

Es bien chistoso porque me dicen: “vos impartir la asignatura Literatura Aplicada a las Comunicaciones, pero estás incursionando ahora en una escritura como tal” Y sí, es bien curioso porque yo me especialice primero en crítica, es decir, en análisis literario. Eso me da validez para tomar un texto y destacar las técnicas literarias que un autor ha empleado para entender la riqueza de la pieza que tenemos en frente. Y entender estas formas de redacción creativa me permitió a mí tomar la iniciativa de escribir. El 11 de marzo de 2020, una fecha que tendré grabada en mi mente para siempre, donde El Salvador cerró todo a causa de la covid-19 me empecé a cuestionar: ¿Qué voy hacer?, ¿Qué vendrá?, ¿Se terminaron mis proyectos? Y conversando con una amiga, quien emprendió con la marca Spookword, volví a sentir que nada había terminado, sino que era una transformación en mi carrera profesional.

El encierro me motivó a escribir sobre emociones que me generó esa nueva normalidad. Y esto me recuerda que, un año antes, había visitado a mi bisabuela y habíamos tenido una conversación sobre el relato costumbrista de miedo, de terror, de misterio que pasan en los pueblos. Con mi teléfono empecé a grabar y sostuvimos una conversación sumamente interesante. Es ahí cuando yo recuerdo que tengo una grabación en el teléfono y la empiezo a escuchar, casi que de dos horas y media. Al escucharla toda la grabación, tomé nota de todos los cuentos que había retomado.

Por tanto, este ejercicio me llevó a realizar mi primer libro de cuentos costumbristas. La obra se titula: «Níspero bejuco», y se compone de 15 piezas. Espero inscribirla a festivales o concursos literarios para el mes de junio. Mientras encuentro esa oportunidad, sigo escribiendo. Ahora, quiero escribir una novela corta. Me he divertido creando a estos personajes, porque estoy dándole forma a cómo se expresan, qué piensan, qué quieren de su vida, en fin, un sinfín de aspectos que les dé autenticidad dentro del texto. Entonces, de todo esto te puede decir que la pandemia me ayudó a innovarme y me reorientó a escribir cuento costumbrista y novela.

¿Qué temas abordan sus narraciones?

Estamos hablando de historias con muchos elementos naturales como: el amarte, como los nísperos, los árboles frutales que están en el entorno natural rural salvadoreño. Y de ahí voy sacando características que se complementan con el ser humano. Por ejemplo, hablar de una Siguanaba tan característica y relacionarla con un bejuco salvadoreño. Así como hablar de un hombre que se imagina en su mente que lo están llamando. ¡Qué es un susto en su mente! Pero al final, es un hombre que le quieren cobrar una deuda que tienen de años, pero el alcohol lo ha llevado a crear cosas en su cabeza que no son reales.

Son cuestiones vivenciales del ser humano, pero de un lado más natural para representar bien a los personajes con sus lados negativos o positivos. Hay una historia que se llama: Niña virgen de barro, que habla sobre una escultura de barro que es en honor a un pariente que ha muerto. Entonces, es una historia bien dramática y un poco desgarrador en cierto punto. Pero al final te deja un mensaje sumamente bonito. Por eso tomó elementos naturales para crear ese tipo de literatura.

El microcuento titulafo «Cupido, el (es)túpido» escrito por Mario Quiñónez para el día del amor y la amistad.

Quiero saber también sobre la carrera ¿Cómo le ayudó su carrera a incursionar en estas áreas?

Mi carrera me ha permitido desarrollar las competencias para crear historias, tomando las referencias literarias, de semiótica y de la redacción creativa. En 2015, tuve la oportunidad de estar en el Congreso de Editores de Latinoamérica, que se celebraba por primera vez en El Salvador. Las experiencias que escuché me dieron más criterio en la rama de la literatura para contar historias. Y eso, combinando el pensamiento estratégico que desarrollé en mi paso por las aulas de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), me permitió de arriesgarme y tomar iniciativa. Entonces, estoy agradecido con la enseñanza de mi escuela, de la cual me ha permitido ser instructor y ahora docente universitario. Y lo que he aprendido, con gusto se lo transmito a mis estudiantes.

¿Por qué quiso llevar la docencia a la par de sus otros proyectos?

Mi labor de docencia me gusta muchísimo. En las clases he podido desarrollar muchos proyectos. Cuando impartí la asignatura de literatura, logré armar el Boom con enfoque gastronómico o musical, fotográfico, etc. Quienes han estado conmigo, trabajan en una editorial y hacemos lanzamientos para potenciar la industria literaria en el país. Entonces, la docencia es una buena oportunidad para que los estudiantes descubran el talento que llevan adentro, por lo que me toca orientar a que ellos vean ese potencial creativo y que creen.

 

¿Algún consejo que quiera darle a los jóvenes? 

Que siempre sean proactivos, que traten de valorar mucho la responsabilidad, el trabajo, el respeto, el amor por lo que están haciendo. Si ustedes creen que ese amor no se está cultivando en su carrera, en la materia que están cursando o en algo que están haciendo. Traten de buscarle un lado a la situación. Al final, todas las experiencias dan una vertiente de enseñanzas. Todo esto son lineamientos fundamentales para cualquier persona, así que arriésguense con sus proyectos y no dejen sus sueños inconclusos.

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