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Los caminos hacia la escuela rural salvadoreña

Formarse en El Salvador es una hazaña. Según los datos del Ministerio de Educación (Mined), en 2017, 631 mil 103 estudiantes están inscritos desde Parvularia hasta Noveno grado en escuelas públicas rurales. Cada niño y adolescente recorren grandes distancias para llegar a un aula que no cumple con las condiciones para fomentar el desarrollo humano en sus localidades.

Este fotorreportaje, un trabajo de mi pasantía en el periódico elfaro.net, expone el caso de cinco niños que tienen que hacer extensos recorridos para llegar a sus escuelas, en rutas que cruzan quebradas, zonas asediadas por pandillas o que obligan a embarcarse para atravesar el río Lempa. Aquí sus historias.

Texto y fotografías de Emely Navarro

Cantón Agua Fría de Chalatenango, 2015. Todos los días, Hilda Figueroa, de 7 años, se alista desde la madrugada para asistir a la escuela. “Me gusta peinarme y hacerme una cola porque en el monte se me traba el cabello si lo ando suelto. A veces me la quito para secarme el pelo porque llego toda sudada al aula”, afirmó.

Hilda es la más pequeña de sus siete hermanos, de los cuales solo 3 viven con ella. El camino hacia la escuela para ella es de dos horas y media. Lo que le obliga a salir de su casa muy temprano para llegar a tiempo a clases, pues en su recorrido debe atravesarse un río y caminos de piedras y tierra. En El Salvador, las escuelas rurales están ubicadas en zonas en donde los niños tienen que caminar largas distancias.

En su camino a su escuela, Hilda atraviesa un río, que en verano es de fácil acceso. Mientras que en invierno. se complica su cruce. Ante este peligro, la familia construyó un puente con un tronco de madera para que pudiera pasarlo y llegar a su destino. Hilda realizó un camino de piedras para no mojarse los calcetines al pasarlo, el que arregla todos los días. ‘’Esta es mi parte favorita, pero mi mamá dice que es peligroso, que tenga cuidado con no deslizarme, porque ya me he caído. Una vez llegué a la escuela con toditos los calcetines mojados y lodosos, pero los lave deprisa y los puse a secar, por eso ahora me ponen otro par de calcetines, por cualquier cosa ja,ja,ja ‘’, contó.

‘’El camino para ir a estudiar es bastante largo (dos horas y media), a veces hasta me duelen las rodillas o me he caído y me golpeado fuerte. Aun así, es entretenido venir viendo todos los árboles. Me gusta cuando me encuentro con las hojas dormilonas que les dicen. Me encantan’’, reveló Hilda. A la niña la mandan sola o regresa con la hermana mayor, de 12 años. Su madre cuenta que hay muchos padres que desisten en enviar a sus hijos a la escuela por las largas distancias.

‘’Cuando sea grande quisiera ser doctora. Me gusta todo lo de curar a las personas, pero para eso tengo que hacer siempre todas mis tareas y no faltar nunca a la escuela’’, agregó Hilda. Todos los días hace sus tareas en una mesa afuera de su casa. Para ella es muy importante siempre cumplir con sus responsabilidades.

Hilda lava su uniforme diariamente tras hacer sus tareas. Al fondo, Toñita, su hermana mayor, realiza sus deberes.

Hilda también está pendiente de los quehaceres diarios. Se encarga de ordenar el cuarto donde duermen toda la familia, recoge los juguetes de su hermano menor y ayuda a su abuelito, que vive cerca de su hogar.

Luego de realizar sus trabajos académicos y sus actividades hogareñas, Hilda aprovecha a saltar la cuerda con su hermanito. Es un espacio breve que le permite vivir su infancia.

Darling, Tatiana y Nelson recorren el mismo camino todos los días. Ellos tienen que embarcarse en una vieja lancha de madera en el Río Lempa para seguir su camino hasta llegar a su centro educativo:‘’Cantón San Antonio Grande’’. En El Salvador, muchos niños en las zonas rurales tienen que afrontarse a largos y difíciles caminos para llegar a sus escuelas, sin embargo, para ellos, no es obstáculo para querer superarse.‘’Lo único que no me gusta de ir a la escuela es tener que cambiarme los zapatos cuando llegamos, porque es más tiempo todavía. Y el gran sol que nos pega al mediodía cuando vamos de camino para allá. Cuando crece la caña no se puede ver nadita, nadita. Mi mamá dice que es peligroso por los muchachos, usted sabe…, pero no quiero dejar de ir a estudiar por eso’’, contó Darling.

Para llegar al centro educativo en el cantón San Antonio Grande (en El Paisnal, San Salvador), los niños abordan una lancha y caminan por el otro tramo para llegar a la escuela. En la actualidad, 3 mil 300 escuelas no poseen las condiciones adecuadas para la enseñanza y el fácil acceso, y solo el 53% están construidas en terrenos que son propiedad del Mined. ‘’Estos niños son bien estudiosos, a pesar de lo que les cuesta ir a la escuela no reniegan y siempre llegan a tiempo. Ojalá los papás no los dejen de mandar, porque la verdad que de ellos depende si siguen estudiando. Porque como está la situación por estos lados es bien feo. Por eso no han hecho puente para que los niños se pasen caminando. Porque así va a ser más fácil que los de la otra mara se pasen aquí a nuestro cantón. Y como son contrarios, muy peligroso. Al menos el río los detiene’’, cuenta Marta Ascencio, la madre de uno de los niños.

 

Nelson, Darling y Tatiana recorren sobre el río Lempa para llegar al Centro Escolar Cantón San Antonio Grande. Junto a ellos los acompaña el padre de una de ellas, que es el encargado de cruzarlos. Antes otro adulto los conducía por el río, pero dejó de hacer debido a que fue amenazado por las pandillas. El costo para pasar el río cuesta $0.25, fondo que ayuda al mantenimiento de la lancha.

 

Darling Maricela, de 12 años, es residente del caserío El Tamarindo, Chalatenango, llegan a la casa de su tía, en donde les presta agua para lavarse los pies y cambiarse el calzado tras cruzarse el río. Todo ese recorrido lo hacen en sandalias y se cambian el calzado antes de entrar al aula del Centro Escolar.

Tatiana, de 14 años de edad, se limpia los pies y luego se pone sus calcetas y zapatos para ir a la escuela. Del caserío El Tamarino, solo Nelson, Darling y Tatiana asisten al centro educativo Cantón San Antonio Grande (El Paisnal, San Salvador), pues los demás dejaron de asistir por el difícil acceso y el peligro de las pandillas.

 

La infraestructura del Centro Escolar Cantón San Antonio Grande cuenta con tres aulas y una cancha de tierra, que es ocupada en los recreos. Anualmente, reciben un presupuesto de parte del Mined para la papelería, los refrigerios y la ordenanza. Tras la tardanza de la entrega del bono escolar, dificulta que el recinto cuente con los materiales pertinentes, pues en los cantones no hay librerías para que los niños accedan a los recursos pertinentes para desarrollar las actividades de clase.

En dicha escuela, una maestra imparte una clase de Ciencias Naturales a niños de 12 y 15 años, es decir, dispone de un “multigrado”, un problema grave en la educación rural. El viceministro de educación, Francisco Castaneda, expresó que se debate la decisión de quitar esos centros escolares de esa modalidad o capacitar a docentes con metodología que aborde hasta tres niveles escolares en una misma aula. Un dilema pedagógico y presupuestario.

Óscar, de 6 años, vive en el cantón Agua Caliente, en Chalatenango. Él camina dos horas para llegar a su centro educativo. En su viaje, tiene que cruzar una quebrada y un río, que en temporadas necesita el apoyo de su padre y un caballo. ‘’En este río, cuando está crecido y ya voy a la casa de regreso, me quito la ropa y me meto. Bien fresquita el agua, con el calor se siente bien. Pero ya me ha pasado que a veces me he deslizado cuando voy camino a la escuela. Una vez se me cayeron los cuadernos y se me mojaron. Tuvieron que darme otros y tuve que pasar todas las clases, eso sí que me costó’’, dijo el niño.

 

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