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La trampa del vacío y la superficialidad digital

Redacción: Amílcar Durán.

–          Yo creo que un bailecito o un meme nos podría dar más vistas

–          ¿Y el contenido?

–          Eso que no te importe si hay vistas

–          ¿Y la estética visual o auditiva?

–          Eso déjaselo a los artistas

Lo he escuchado en más de alguna ocasión y seguramente tú también; si te mueves en ámbitos comunicativos, en el manejo de contenido o redes sociales. Y es que en los últimos años ha dejado de importar en el proceso de comunicación, el mensaje. Lo digo, no como lanzar globos al viento, sino con propiedad como usuario y como creador.

En una época donde el tiempo parece ser cada vez más corto y la inmediatez una exigencia, el contenido de las redes sociales se ha convertido en una herramienta poderosa que, paradójicamente, avanza en la dirección opuesta al crecimiento personal y social. Esté, hoy más que nunca, se construye y difunde en función de métricas de alcance y de entretenimiento fácil, perdiendo valor en el mensaje y sin profundizar en ideas que impulsen el desarrollo intelectual, ético o humano. Pero, ¿cómo llegamos a esta crisis en la comunicación y por qué sigue consumiéndose? Hablemos de algo a lo que le llamo “La Trampa del Vacío”

El valor de las vistas: ¿Qué significa realmente «Impacto»?

En plataformas como Facebook, Instagram, TikTok, o YouTube, el éxito de una publicación se mide en vistas, «me gusta», cuantas veces se comparte y el número de comentarios. Estos valores, que en principio podrían interpretarse como una forma de validación o impacto, han terminado por transformarse en metas en sí mismos, desviándose del propósito inicial de informar, educar o entretener con profundidad. Este cambio ha generado un tipo de contenido que busca el mayor número de vistas posibles, priorizando el atractivo superficial sobre el mensaje y la viralidad sobre la veracidad. La ironía es evidente: las redes sociales, que prometían democratizar la comunicación y dar voz a todos, ahora refuerzan estructuras de contenido hueco y repetitivo. Los algoritmos, diseñados para maximizar la permanencia de los usuarios en las plataformas, terminan favoreciendo publicaciones simples y vacías, en lugar de mensajes complejos o desafiantes. Así, el «engagement» se convierte en un objetivo, dejando a un lado la calidad o valor.

Este cambio visibiliza efectos negativos. A nivel individual, el usuario promedio pasa horas consumiendo contenido que no le aporta nada más allá de una distracción momentánea. llevándolo a ver a otros como simples proyecciones digitales, y no como seres humanos complejos. El resultado es un sentido de alienación y una ansiedad constante por lograr una aceptación digital que, en última instancia, no puede sustituir la interacción real.

A nivel social, el impacto también es preocupante. La sobreexposición a contenido superficial ha generado una cultura donde lo instantáneo y lo fácil son lo más valorado. Esto, en un entorno donde la educación y el diálogo crítico son cada vez más importantes, es un problema mayor. Hoy, es más fácil obtener información de moda y entretenimiento que acceder a análisis profundos sobre temas de impacto social. Y mientras la popularidad de un meme, un baile que se vuelve tendencia o una frase breve de poco valor aumenta, el espacio para la reflexión disminuye.

¿Estamos dispuestos a llenar el vacío?

Volver a la calidad y profundidad en la comunicación digital exige un cambio tanto en los creadores de contenido como en los consumidores. Es necesario recuperar un sentido de responsabilidad: para elevar la discusión que impulse a pensar y crecer. No se trata de eliminar el entretenimiento o los temas ligeros, sino de equilibrarlos con información que aporte. Si la tendencia actual continúa, nos estaremos enfrentando a una sociedad más fragmentada y una identidad individual menos sólida, moldeada sin propósito.

Como espectadores y usuarios, tenemos el poder de exigir más, de buscar y compartir información que inspire, que eduque y que nos impulse a ser mejores. Porque si algo está claro es que el éxito no debe medirse en vistas, sino en la calidad de las conversaciones que somos capaces de generar.

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