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Cuando simasito pasamos a formar parte de EUA

Por Carmen González Huguet

Introducción

La anexión a México es un período muy importante de la historia de El Salvador. Si bien es cierto que en los últimos veinticinco años han aparecido estudios relevantes relacionados con el tema, esta etapa continúa siendo conocida de modo insuficiente por la mayoría de las personas, tanto dentro como fuera del territorio salvadoreño y, en particular, por los maestros de Estudios Sociales y por los estudiantes de nuestro sistema de Educación Básica y Media.

El presente trabajo de investigación quiere ser un aporte a la divulgación de dicho proceso histórico. La importancia de esos dieciocho meses, entre 1821 y 1823, es fundamental para comprender los cimientos de nuestra nacionalidad. Fue durante las luchas de los ayuntamientos de San Salvador y de San Vicente, opuestos a la incorporación del antiguo Reino de Guatemala al Imperio Mexicano de Agustín de Iturbide, que se forjó la voluntad de lucha del incipiente pueblo salvadoreño por defender la libertad que acababa de proclamarse en el Acta del 15 de septiembre de 1821. Las batallas de los meses siguientes sellaron con sangre y demostraron la firmeza con que los hombres y las mujeres nacidas en esta tierra estaban dispuestas a luchar porque dicha libertad fuera auténtica, genuina, y no papel mojado. Lo que el presente trabajo de investigación no quiere ser, en modo alguno, es un tratado para especialistas, sino para “dummies”.[1] Es decir, para principiantes, para aficionados a la historia de nuestra región y de nuestro país. Hoy que asistimos a los doscientos años de aquellos acontecimientos, sirvan, pues, estas páginas de intento de aporte para que más y más salvadoreños se asomen a este pasaje de nuestra historia, conozcan las luchas de nuestros antepasados y se inspiren para actuar siempre por la senda del honor, defendiendo los mismos principios de libertad y de dignidad por los que los antepasados ofrendaron su sangre y sus vidas.


[1] https://www.linguee.es/ingles-espanol/traduccion/dummies.html, consultado el 1 de junio de 2023.

¿Qué fue lo que pasó?

A partir de la firma del Acta de Independencia, ocurrida en la ciudad de Guatemala el sábado 15 de septiembre de 1821, se abrió un período de unos dieciocho meses en los que la región centroamericana se enfrentó a la posibilidad de ser sometida por el gobierno mexicano de la época y anexada, a la fuerza o por consenso, a ese territorio. Tal posibilidad estuvo abierta hasta el 19 de marzo de 1823, fecha cuando Agustín de Iturbide, emperador de México, abdicó, y sus designios de unir el territorio centroamericano a su imperio cesaron, ya que tal estado, en cuanto monarquía imperial o gobierno de cualquier índole, de facto y de jure dejó de existir.[1]

Aquel intento de incorporación comprendía los antiguos territorios del llamado Reino de Guatemala, que abarcaba las tierras del actual estado mexicano de Chiapas, toda la república guatemalteca y las actuales repúblicas soberanas de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y El Salvador. El territorio de Panamá se unió a la Gran Colombia, estado creado por el Congreso de Angostura en 1819. La Gran Colombia estaba formada por los territorios de Nueva Granada (Colombia) y Venezuela, a los que se unieron también las provincias ecuatorianas de Quito y de Guayaquil, y existió jurídicamente de 1821 a 1831. Pero esa es otra historia.

Volviendo a Centroamérica, que es lo que nos ocupa, intentaremos contar aquí, de modo sucinto, lo que ocurrió en esos dieciocho meses, entre 1821 y 1823. Hay que mencionar que el 1 de enero de 1820 había tenido lugar en España la sublevación del general Rafael del Riego y Flórez, quien pretendía restaurar la Constitución de Cádiz de 1812. Con esta rebelión se inició el “Trienio Liberal”, que creó unas condiciones propicias para que varias de las antiguas provincias del Imperio Español en América alcanzaran su independencia. En efecto: el 9 de marzo de 1820, el rey Fernando VII fue obligado a jurar la Constitución liberal. A mediados de ese mismo mes llegaron a México las primeras noticias de la sublevación ocurrida en la península ibérica. Pero sobre dicho tema abundaremos en el acápite del contexto histórico. Baste por ahora señalar que para 1820 las autoridades peninsulares se habían hecho odiosas a muchos habitantes de Centro América por la forma cruel en que habían reprimido los anteriores intentos independistas, como los de San Salvador en 1811 y 1814, la llamada Conspiración de Belén de 1813, en Guatemala, y las sublevaciones en León, Nicaragua en 1811 y 12, por mencionar solo unos cuantos motines que pretendían sustraer a la región del dominio español. Muchos patriotas centroamericanos padecieron tortura, cárcel, exilio y, en algunos casos, murieron sin ver llegado el día de la independencia, caso que les ocurrió a los tres hermanos Aguilar: Manuel (fallecido el 25 de mayo de 1819), Vicente (muerto el 17 de enero de 1818) y Nicolás, quien entregó su alma al Creador el 2 de septiembre de ese mismo año. Antes había fallecido en Jamaica otro prócer independentista: Pedro Pablo Castillo, quien murió el 14 de agosto de 1817.

Entre tanto, en Comayagua, Honduras, el 28 de septiembre de 1821 el intendente local José Gregorio Tinoco de Contreras proclamó la independencia. Lo mismo hizo en León, Nicaragua, su colega José Miguel González Saravia y Colarte (1788-1848). Como se estipuló en el acta del 15 de septiembre de 1821, en la ciudad de Guatemala se reunió una Junta Provisional de Gobierno a principios de octubre. A dicha autoridad elevaron peticiones verbales los ciudadanos Pedro Molina (1777-1854), José Francisco Córdova (1789-1856) y José Francisco Barrundia (1787-1854), es decir, tres de los más exaltados partidarios de la independencia absoluta. Algunas fuentes señalan que, tras la firma del acta, a las provincias centroamericanas se les abrían, con matices, tres caminos:

  1. La anexión directa a México. Este, al parecer, era el camino que deseaban tomar la mayoría de los ayuntamientos (municipalidades) de Chiapas, Honduras y Nicaragua.
  2. Someterse a la hegemonía guatemalteca bajo el dominio mexicano. Esta era la opción de algunos ayuntamientos, pero muchos no estaban de acuerdo. Precisamente, la adhesión al proyecto político independentista era una manera de escapar a la hegemonía de Guatemala.
  3. Separarse y ser independientes de manera absoluta. Esto era lo que deseaban algunos ayuntamientos de la antigua intendencia de San Salvador y del territorio de Costa Rica.

Muchas autoridades locales y habitantes del resto de la región resentían y desconfiaban del “centralismo” de las autoridades guatemaltecas[2]. A lo largo de la época colonial, en especial desde la segunda mitad del siglo XVIII, los grandes comerciantes y exportadores del añil de la Nueva Guatemala de la Asunción[3] habían constituido un grupo que acaparaba muchos cargos públicos y que detentaba, de facto, el poder económico más importante de la región.[4] Este grupo aceptó la independencia a regañadientes, porque se percibía que, en aquel contexto, era un proceso inevitable, pero en cuanto clan familiar pretendía mantener a toda costa sus privilegios y no estaba dispuesto a ceder, ni tampoco a compartir, el poder. Es posible que su objetivo fuera, una vez eliminado el dominio colonial español, llenar el vacío que dejaran las antiguas autoridades peninsulares.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el gobierno del rey de España Carlos III, como parte de las reformas borbónicas, emitió una Real Cédula de septiembre de 1785, en la que se ordenó la creación de las Intendencias del Reino de Guatemala. Una de ellas fue la de San Salvador, además de las de Chiapas, Comayagua y Nicaragua. Esta última incluía el actual territorio de Costa Rica. Pero a pesar de que las reformas impulsadas desde la metrópoli habían intentado reducir el poderío de los grupos privilegiados, como el de los comerciantes de Guatemala, además de luchar contra la corrupción, modernizar las instituciones y racionalizar la administración pública, el grupo de poder local que había ocupado durante décadas los cargos más importantes en la región se las arregló para mantener, en la práctica, las cosas más o menos como siempre habían estado. Los usos y modos antiguos: alianzas familiares, clientelismo, corrupción, chantaje, soborno, despotismo y nepotismo, siguieron ocurriendo.[5]

Tal situación también se traducía en rivalidades entre las diversas élites locales entre sí, y entre las élites y el grupo exportador de Guatemala, que también prestaba dinero a interés (habilitación) para que los cultivadores del añil o jiquilite pudiesen trabajar y obtener la tinta, que era tan apreciada por los fabricantes de telas de la época. Si bien la autoridad política formal de la Corona Española era la Audiencia (residente por ese entonces en la ciudad de Guatemala), en la práctica el poder era ejercido por las élites centrales y locales. Una de las fuentes que seguimos afirma: “…los agravios a las provincias, los privilegios del centro, el pensamiento tradicional medieval y el paso a la modernidad fueron los grandes ingredientes que pasaron por las mentes de los que promovieron los cambios y de los que prepararon la respuesta autonomista para decidir la independencia de las provincias”.[6]

Así las cosas, llegamos al 15 de septiembre de 1821. Hay que recordar que el 24 de febrero de ese año, en México había sido proclamado el Plan de Iguala, también llamado Plan Trigarante, un acuerdo entre Agustín de Iturbide, los obispos de Guadalajara y Puebla, los terratenientes criollos opuestos al liberalismo, los comerciantes españoles y los líderes insurrectos Vicente Guerrero y Pedro Ascencio. El Plan de Iguala, en resumen: “…tuvo la virtud de saber dar salida a las aspiraciones de los distintos sectores sociales que formaban la Nueva España, y ofrecer una salida política, negociada, que ponía fin a la guerra y que proponía una especie de reconciliación nacional sobre la base de la Independencia”.[7]

¿En qué consistió? “El Plan de Iguala o Plan de las Tres Garantías fue un proyecto político dado a conocer y proclamado por Agustín de Iturbide el 24 de febrero de 1821, y se publicó el 17 de marzo del mismo año. El documento también es conocido como el Plan de Independencia de la América Septentrional y se proclamó en la ciudad de Iguala de Independencia, hoy estado de Guerrero”.

¿Qué garantizaba el Plan de Iguala? Pues básicamente tres cosas:

  1. Establecer la Independencia de México del régimen de España.
  1. Imponer la religión católica como religión única y absoluta en México.
  2. Establecer la unión de todos los individuos, es decir, imponer igualdad social entre americanos, españoles, africanos o asiáticos.[8]

El Plan de Iguala se desarrolló en diecisiete artículos, y ese documento también se conoció con el nombre de “Tratados de Córdoba”, una serie de acuerdos básicos para garantizar el orden político de la nueva nación independiente.

Pero en este asunto, como suele suceder, cada parte involucrada tenía intereses distintos y, a menudo, opuestos. Iturbide quería incorporar la extensión del antiguo Reino de Guatemala, es decir, lo que hoy conocemos como Centroamérica, a su imperio. El grupo empresarial guatemalteco, apoyándose en Iturbide y en las fuerzas y recursos mexicanos, quería consolidar su situación y continuar gozando del poder, la influencia y los privilegios que siempre había detentado hasta entonces a la sombra de las autoridades peninsulares. Los independentistas, cuyo cuartel principal se hallaba en San Salvador, deseaban verse libres de la opresión de las autoridades coloniales españolas, pero sobre todo del grupo dominante guatemalteco. Entendían que no tendrían oportunidad de subsistir, ni mucho menos de medrar, si sobre sus espaldas gravitaban aquellos grupos que se enriquecían a sus expensas. Resulta claro que entre estos intereses tan distintos y excluyentes no había arreglo posible.

Iturbide encontró, en principio, en Gabino Gaínza (1753-1829), que era el Capitán General de Guatemala, es decir, la más alta autoridad peninsular de la región en aquel momento, quien había sido nombrado a partir del 9 de marzo de 1821, un aliado dispuesto a llevar a buen término sus propósitos. No es casualidad que la firma de Gaínza ocupe el primer lugar en el acta del 15 de septiembre. Es claro que este militar y político pamplonés supo adaptarse a las circunstancias, y esto, al margen de las simpatías independentistas que ya había manifestado con anterioridad a la fecha de la firma del acta mencionada arriba[9].

En octubre de 1821 Iturbide envió a Gaínza un mensaje instándolo a proclamar la unión del Reino de Guatemala al Imperio Mexicano. Además, le comunicó que un ejército estaba en marcha desde México hacia la región. Por otra parte, Iturbide invitaba a los representantes centroamericanos a integrarse al Congreso que se reuniría en México al año siguiente.

A fines de ese mismo mes, José Matías Delgado fue nombrado Intendente y Gobernador de San Salvador por la Junta Consultiva del Gobierno de Guatemala. No obstante, Delgado fue uno de los líderes centroamericanos que más se opusieron a la anexión a México. Para el prócer salvadoreño, no se había luchado tanto ni hecho tantos sacrificios por salir del dominio de los comerciantes de Guatemala y caer, de inmediato, bajo el dominio de los dirigentes de otra nación. En todo caso, Delgado tomó posesión de su cargo el 28 de noviembre y en su junta de gobierno se rodeó de otros partidarios de la independencia que residían en la provincia de San Salvador. Dos días más tarde convocó a todos los pueblos para elegir diputados a la Asamblea Legislativa del Estado del Salvador.

En Guatemala, por su parte, Gaínza convocó el 30 de octubre de 1821 a cabildo abierto para oír la opinión de los ayuntamientos con respecto a la anexión a México. En esos días fueron muertos los patriotas liberales Remigio Maida y Mariano Bedoya detrás del templo de San José, en la Nueva Guatemala de la Asunción, tras salir del edificio que ocupaba la Universidad de San Carlos. Bedoya era hermano de doña María Dolores Bedoya y González de Molina (1783-1853), esposa del patriota Pedro Molina, médico y prócer independentista. El templo de San José se levantaba, en esa época, donde hoy se ubica la Rectoría del Santuario Arquidiocesano del Señor San José, en la zona 1 de la actual ciudad de Guatemala.

Pocos días después, el 3 de diciembre de 1821, Gaínza escribió a Iturbide pidiéndole esperar la respuesta de las consultas a los cabildos sobre la anexión y detener a la división armada que ya había partido de territorio mexicano y avanzaba con dirección a Guatemala bajo el mando de Vicente Filísola.

Este militar había sido parte del ejército español desde 1804, cuando se había incorporado a filas a los quince años, y había nacido en 1789, en la localidad de Ravello, en el sur de Italia, en aquella época parte del reino de Nápoles, dependiente de España. Filísola había sido enviado a Nueva España en 1811, donde se libraban las luchas previas a la independencia de México. Simpatizante de Iturbide, este lo había elevado al grado de brigadier general, lo cual indica que el caudillo y futuro emperador de México (sería proclamado por las calles de la capital el 18 de mayo de 1822, y coronado el 21 de julio de ese mismo año en la catedral mexicana) le tenía sobrada confianza.

Gaínza también prometió escribir de nuevo a Iturbide el 3 de enero de 1822. En efecto: el 5 de enero, Gaínza envió una comunicación al emperador: 32 ayuntamientos aceptaron la anexión, 104 la aceptaron con condiciones, dos se oponían y otros 21 opinaban que la cuestión debía discutirse en el congreso que habría de reunirse en México en marzo de 1822. Pero Gaínza no esperó más y proclamó la anexión en un acta firmada ese mismo día en la ciudad de Guatemala. Dos días más tarde, Gaínza comunicó a San Salvador que la Junta Consultiva del Gobierno de Guatemala había acordado la unión al Imperio Mexicano de todos los territorios centroamericanos.

El 11 de enero de 1822 las autoridades de San Salvador denunciaron la anexión al Imperio Mexicano como ilegítima. Bajo la dirección de José Matías Delgado y de su sobrino, Manuel José Arce, la ciudad se preparó para resistir los intentos de sometimiento que, se temía, podrían ocurrir. En efecto: el día 23 Iturbide nombró a Gaínza Capitán General de Guatemala con carácter provisional.

No todas las municipalidades centroamericanas estaban de acuerdo con ser parte del Imperio Mexicano. En Costa Rica, el 5 de abril de 1823, poco después de la renuncia de Agustín de Iturbide, la cual fue efectiva a partir del 19 de marzo de ese año, pero en Centroamérica se conoció hasta mucho después, se libró la batalla de Ochomogo en una ubicación entre las poblaciones de San José y de Cartago, en el valle Central de Costa Rica, batalla en la que se enfrentaron dos facciones: la oligarquía agraria, conservadora y terrateniente de Cartago y Heredia, y las fuerzas liberales de San José y Alajuela. Estas últimas prevalecieron.[10]

El 25 de febrero, en la ciudad de Guatemala, Gaínza ordenó la toma de juramento de adhesión al Imperio Mexicano a las autoridades locales. Las personas que no se plegaron a esta exigencia fueron reprimidas por Gaínza, quien además ordenó el envío de una fuerza represora a San Salvador, al mando del oficial chileno de origen español José Nicolás Abós Padilla.

Los enviados de Guatemala, unos ciento veinte combatientes, fueron derrotados el 11 de marzo de 1822 en la batalla del Llano del Espino, cerca de la ciudad de Ahuachapán, por las fuerzas comandadas por Manuel José Arce, las cuales constaban de unos ochocientos hombres. Antes de llegar a Ahuachapán, este contingente militar había pasado por Santa Ana, a fin de asegurar la fidelidad de las autoridades de dicha población, y su acatamiento a los funcionarios de San Salvador. Esta fue la primera batalla en suelo centroamericano después de la Independencia. Algunas fuentes afirman que los invasores tuvieron trece muertos, mientras que de las fuerzas de Arce perecieron cinco hombres y hubo ocho heridos. Tal vez nunca sepamos los nombres de estos patriotas que ofrendaron su sangre y sus vidas por la libertad de la patria.[11]

La derrota de las fuerzas de Abós Padilla convenció a Gaínza de enviar otro contingente el 19 de marzo. En esa nueva ocasión la fuerza era de mil hombres al mando del coronel Manuel Arzú para que sometieran a San Salvador, a más tardar el 5 de abril. Fue entonces cuando la Junta de Gobierno de la capital de la provincia decidió erigir el obispado de San Salvador, una reivindicación que desde hacía años perseguían los habitantes de la provincia, y designar obispo a José Matías Delgado, una decisión que tendría consecuencias posteriores nada gratas, a raíz de la respuesta airada de la Santa Sede.

Entretanto, Manuel Arzú ocupó las ciudades de Santa Ana y Sonsonate. Y, al mismo tiempo, de San Miguel salió una división imperialista comandada por Julio Gómez, empleado de la familia Aycinena, que atacó San Vicente sin esperar los refuerzos que ya se habían enviado desde la ciudad de Trujillo, Honduras, y de Granada, Nicaragua. Sin embargo, el 5 de abril, los imperialistas fueron derrotados y el 18, Manuel Arzú mandó a su ayudante, Rafael Montúfar, a parlamentar con Manuel José Arce.

Hubo entonces un “estira y encoge” entre las partes, que pretendía encontrar una salida a la situación. En Guatemala, el 28 de abril Gaínza desaprobó el armisticio que firmaron Arce y Arzú una semana antes y ordenó a este último que atacara las posiciones de las fuerzas de San Salvador. Entre tanto, las autoridades de esa ciudad nombraron a Juan de Dios Mayorga (1777-1837) como su representante ante el Congreso de México y este diputado, originario de Chiquimula, Guatemala, quien era representante de su localidad de origen, partió a cumplir dicha misión.

Un mes más tarde, el Secretario de Guerra y Marina del Imperio Mexicano escribió a las autoridades de San Salvador y las invitó a cesar sus hostilidades. Además, aconsejó a Filísola acerca de la mejor manera de proceder. A pesar de las muestras de buena voluntad, el 3 de junio las tropas de Manuel Arzú atacaron San Salvador y ocuparon el barrio del Calvario, donde se desató un incendio. Sin embargo, la gente de San Salvador rechazó a los invasores, que regresaron a Guatemala divididos y derrotados, saqueando las poblaciones a su paso, sin haber sometido a la provincia. Tres días más tarde fueron recuperadas por las autoridades de San Salvador las ciudades de Santa Ana, Ahuachapán y Sonsonate.

El 12 de junio arribó Vicente Filísola, el militar enviado por Iturbide, a la Nueva Guatemala de la Asunción. Gaínza lo recibió con celebraciones el 14, mientras dos días más tarde, Manuel Arzú dio cuenta de su derrota y de los desmanes cometidos por los hombres bajo su mando.

Informado Filísola por Mariano de Aycinena de la torpe manera en que Gabino Gaínza venía conduciendo los asuntos gubernamentales en Guatemala, el 17 de junio Iturbide mandó llamar a Gaínza para que se presentara a México a fin de recibir una promoción a un importante cargo. El Capitán General mordió el anzuelo y el 23 depositó el cargo en manos de Filísola antes de marcharse a la capital mexicana. Murió en esa ciudad aproximadamente siete años más tarde, en la más absoluta pobreza, ya que Iturbide no pudo satisfacer, y acaso tampoco tenía intención de cumplir, ninguna de las promesas que le hizo.

Una vez asumido el mando, Filísola comenzó a hacer arreglos para, en el peor de los casos, y era lo más probable, tener que enfrentarse a la gente de San Salvador. Entretanto llegaron noticias de que las Cortes, en España, desaprobaron los tratados de Córdoba. Sabedoras de la marcha de Gaínza, las autoridades de San Salvador nombraron a Antonio José Cañas y Juan Francisco Sosa como representantes para parlamentar con Filísola. En realidad, el gobierno de la provincia lo que pretendía era ganar tiempo.

El problema urgente que debió enfrentar Filísola en Guatemala fue conseguir recursos para pagar a las tropas. A ese fin pidió préstamos al grupo empresarial guatemalteco. Además, desde Nicaragua, Miguel González Saravia le informó a Filísola que no podía enviarle refuerzos para acudir en ayuda de las autoridades de la ciudad de San Miguel. Así las cosas, el gobierno mexicano le escribió a Filísola advirtiéndole que evitara el uso de la fuerza para someter a San Salvador. Este fue el resultado de las gestiones de Juan de Dios Mayorga, el diputado por Chiquimula (Guatemala) y por la provincia de San Salvador, quien ya había llegado a la ciudad de México y se había presentado ante el Congreso, a quien solicitó que se oyeran las demandas de los representantes de San Salvador antes de forzar la anexión.

Sin embargo, Filísola había comprendido que el gobierno de San Salvador no obraba de buena fe y, en realidad, no deseaba ser parte del Imperio Mexicano. Así se lo comunicó al Secretario de Guerra y Marina en carta del 3 de septiembre de 1822. Puso entonces, además, en evidencia cuáles eran las razones por las que el grupo exportador no quería que San Salvador separara sus destinos de los de la capital regional: la Iglesia perdía los diezmos y el comercio sufría un duro golpe, ya que sólo la factoría de tabaco de San Vicente era una de las principales fuentes de recursos del gobierno guatemalteco, por no hablar de los impuestos a otros productos.

En todo caso, Filísola siguió adelante y los enviados de San Salvador: Antonio Cañas y Juan Francisco Sosa parlamentaron con los comisionados mexicanos Felipe Codallos y Luis González Ojeda. El 10 de septiembre firmaron un convenio para suspender las hostilidades. El 28, la Junta Gubernativa de San Salvador ratificó el convenio, pero introdujo cuatro modificaciones al mismo. Para entonces, Iturbide había perdido la paciencia, y el 1 de octubre ordenó a Filísola que atacara la provincia de San Salvador si no se unía a México sin condiciones. Al día siguiente, las autoridades de San Salvador convocaron a un congreso en esa ciudad para el 10 de noviembre. El 7 de octubre, Filísola comunicó a la Junta de San Salvador que no aceptaba las modificaciones del armisticio. Sin embargo, afirmó que cumpliría una tregua de dos meses, a contar retroactivamente desde el 3 de octubre.

Tregua o no tregua, lo cierto es que el 26 de octubre marcharon tropas desde Sonsonate, Santa Ana y San Miguel sobre la ciudad de San Salvador, y el 9 de noviembre, Miguel González Saravia y Colarte, Jefe Político de Nicaragua, envió a San Miguel armamento para apoyar a Filísola en su campaña contra San Salvador. Sin embargo, el avance de Filísola se vio retrasado en la práctica porque a principios de noviembre, en Totonicapán, Guatemala, se amotinaron las fuerzas del Regimiento Imperial número 7.

El congreso convocado se reunió, en efecto, en San Salvador el 10 de noviembre, con treinta y tres representantes que ratificaron la erección del obispado. Y, dos días más tarde, también ratificaron la anexión a México, aunque siempre pusieron condiciones, que Filísola no aceptó. El 23, José Matías Delgado manifestó al comandante del ejército imperial la intención de sostener con las armas sus derechos y de incorporarse a los Estados Unidos de América.

Para diciembre de 1822, Filísola y sus tropas estaban acampados en la hacienda Mapilapa, a cuatro leguas de San Salvador. Fue entonces cuando un grupo de delegados sansalvadoreños realizó el famoso viaje a Washington con la intención de plantear al gobierno estadounidense la intención de San Salvador de formar parte del territorio de la Unión Americana. Antes de marchar, Manuel José Arce lideró una tropa que luchó contra los imperialistas y los venció en Chinameca. San Miguel se declaró entonces independiente de México.

El 3 de diciembre las fuerzas de San Salvador tomaron el pueblo de Quezaltepeque. Dos días más tarde emprendieron viaje Manuel José Arce, Rafael Castillo, Juan Manuel Rodríguez, Manuel Zelago y Cayetano Bedoya hacia la capital de los Estados Unidos. El 17, los habitantes de Nejapa, Apopa y San Martín huyeron ante el avance de Filísola, quien en una carta del 22 de diciembre reconoció la ubicación estratégica ventajosa de la ciudad de San Salvador.

Ese mismo mes, en México, el general Antonio López de Santa Anna proclamó el Plan de Veracruz. Los antiguos insurgentes, inconformes con Iturbide, se levantaron en armas. Comenzó el principio del fin para el Imperio del Septentrión.

Entre tanto, al sur, la víspera de Navidad Filísola envió tropas a San Miguel. Para el 31 de diciembre, las órdenes que recibió este oficial fueron atacar San Salvador y tomarla a como diera lugar.

El 3 de enero de 1823, Filísola recibió refuerzos de San Miguel y de la ciudad de León, en Nicaragua. El 14, con esas tropas y las fuerzas que había traído, Filísola arremetió contra los hombres de San Salvador entre El Guayabal (hoy San José Guayabal) y Guazapa. El 1 de febrero el general imperialista recibió más refuerzos: 122 hombres procedentes de Comayagua, Honduras, comandados por el militar de origen gaditano Cayetano Bosque (1793-1858). El 6 de febrero las fuerzas imperialistas pasaron a la ofensiva y tomaron los pueblos de Ayutuxtepeque y Mejicanos, al norte de San Salvador que, ante el avance de las tropas enemigas, fue evacuada. La población capitalina se refugió en San Marcos, al suroriente de la ciudad.

Habiéndose rendido el 8 de febrero de 1823, las autoridades de San Salvador se retiraron a Olocuilta, en el hoy denominado departamento de La Paz. Al día siguiente, Filísola tomó posesión de San Salvador y el 10 declaró la anexión a México. Sin embargo, el 25 de febrero el militar imperialista recibió notificaciones de los generales mexicanos José Antonio Echevarri y Nicolás Bravo para que se uniera al Plan de Casa Mata, que desconocía a Iturbide. Tres días después, Filísola comunicó las noticias al pueblo de San Salvador. El 6 de marzo abandonó la ciudad y marchó hacia Guatemala, dejando a Felipe Codallos a cargo del mando. No había estado en la ciudad de San Salvador ni siquiera un mes.

Y de poco habría de valer la derrota de San Salvador, porque apenas dos semanas más tarde, el 19 de marzo de 1823, en México, Agustín de Iturbide abdicó y dejó vacante el trono imperial. El 25 de ese mes, Manuel José Arce escribió a Vicente Filísola agradeciéndole el trato que dio a los vencidos y le recomendó a la familia que dejó en San Salvador.

Así las cosas, el 29 de marzo Filísola convocó en Guatemala al Congreso Nacional Constituyente, que habría de celebrarse el 1 de junio de ese año, conforme al plan original del acta del 15 de septiembre de 1821, como si nada hubiera sucedido y no se hubiera derramado tanta sangre. Mientras tanto, en la ciudad de México, el 12 de abril los diputados José Cecilio del Valle y Juan de Dios Mayorga pidieron al Congreso mexicano la retirada de las tropas de Filísola que aún se encontraban en la región de Centro América. En San Salvador fueron electos los diputados que asistirían al Congreso en Guatemala: José Matías Delgado y José Antonio Jiménez, propietarios, y Pedro José Cuéllar y Juan Francisco Sosa, suplentes. Para mayo de 1823, el pueblo de San Salvador insubordinado obligó a Felipe Codallos y a las tropas mexicanas que había traído Filísola a que evacuaran la ciudad. También en Guatemala los soldados mexicanos causaron muchos disturbios. El 24 de junio se instaló en aquella ciudad la Asamblea Constituyente y José Matías Delgado fue electo presidente.

La sesión inaugural se efectuó el 29 de junio. El 1 de julio se declaró que las provincias que componían el antiguo Reino de Guatemala eran libres e independientes de España, México y de cualquier otra nación. La nueva patria comenzó a llamarse Provincias Unidas del Centro de América. El 21 de agosto de 1823 se aprobó la creación de la bandera y del escudo de armas de la nueva república.

En la sesión del 21 de diciembre de ese año, el diputado José Simeón Cañas, representante por Chimaltenango y nacido en Zacatecoluca el 18 de febrero de 1767, dijo: “que todo hombre era libre en la República y que no podía ser esclavo el que llegase a tocar su suelo”. En aquella sesión quedó abolida la esclavitud en Centro América, cuyo decreto fue promulgado en Guatemala el 24 de abril de 1824. Como dato curioso, podemos señalar que el 7 de mayo siguiente, en la ciudad de Viena, el compositor alemán Ludwig van Beethoven estrenó su Novena sinfonía.


Bibliografía:

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-Casaús Arzú, Marta Elena (2007). Guatemala: linaje y racismo. Guatemala, F&G Editores. ISBN 978-999-22-61-53-8.

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https://www.cervantesvirtual.com/obra/cartilla-historica-de-costa-rica-937981/

-Fernández Guardia, Ricardo (2007). La independencia: historia de Costa Rica. San José, Costa Rica. EUNED

-López Velásquez, María Eugenia. San Salvador en la anexión centroamericana al Imperio del Septentrión. San Salvador, DPI. ISBN 9992300400X.

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-Monterrey, Francisco J. (1977-78). Historia de El Salvador: Anotaciones cronológicas. San Salvador, Editorial Universitaria. Sin ISBN.

-Salazar Barrutia, Ramón Arístides (1952). Mariano de Aycinena (Hombres de la independencia). Guatemala, Ministerio de Educación Pública. Sin ISBN.

-Vázquez Olivera, Mario (2017). El Plan de Iguala y la independencia guatemalteca. En Históricas digital. Ver: https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/431/431_04_13_PlanIguala.pdf, ISBN: 978-607-02-9019-0

-Vázquez Olivera, Mario (2013). La República Federal de Centroamérica: Territorio, nación y diplomacia 1823-1838. Editorial Delgado, Universidad “Dr. José Matías Delgado”, UJMD-Universidad Autónoma de México, UAM. ISBN 978-99923-999-1-0.

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Anexo: Lista de miembros del clan Aycinena detallados por José Cecilio del Valle en el número 3 de El amigo de la patria[i], periódico publicado en 1820[1]


 NombresCargoSueldo
1José Aycinena, hijo de Juan Fermín[1]Consejero de estado, Madrid6,000
2Marqués de Aycinena y Piñol, hijo del anterior[2]Promotor fiscal en esta Curia*[i]
3El mismoCura interino del Sagrario*
4Manuel Beltranena, Aycinena y Nájera, cuñado del segundo y sobrino del primeroAsesor de la Intendencia de León1,500
5Pedro Beltranena Llano Aycinena y Nájera, hermano del anteriorAsesor de la Intendencia de Sonora1,500
6Tomás de Beltranena Llano Aycinena, hermano de los precedentesPromotor fiscal de esta Curia*
7José María de Aycinena y BarrutiaGuarda de Acajutla360
8Manuel Arzú y Nájera, tío de los Beltranena y primo político del señor AycinenaComandante del cuerpo de Artillería2,800
9Pedro Nájera y Barrutia, primo del anteriorContador de estas Cajas2,500
10Xavier Barrutia Cróquer y MuñozCónsul de este Consulado300
11El mismoSecretario de la Junta de Censura*
12Manuel Barrutia Cróquer y MuñozCura de San Sebastián en la Antigua*
13José Nájera Batres y Muñoz, primo del anterior y de don José AycinenaAlcalde Mayor de Sonsonate1,200
14Miguel Nájera Batres y Muñoz, hermano del anteriorAsesor de Popayán1,300
15Juan Batres y Nájera, primo del anteriorIntendente de Chiapas4,000
16Antonio Batres y Nájera, hermano del anteriorAlguacil Mayor de esta Audiencia2,757
17Diego Batres y Nájera, hermano del anteriorVocal de esta Junta de Gobierno*
18Ignacio Batres y Muñoz, primo de los anterioresAlcalde Mayor de Chimaltenango2,100
19Miguel Batres y Muñoz, hermano del precedentePrior de este Consulado500
20Antonio Batres y Muñoz, hermano del precedenteTesorero de México6,000
21Salvador Batres y Muñoz, hermano del precedenteAdministrador de alcabala de Guadalajara6,000
22José Mariano Batres y Asturias, primo de los antecedentes y casado con una Montúfar[ii]Contador de San Salvador1,500
23Manuel Antonio Batres y Asturias, hermano del anteriorEscribiente de las Cajas de San Salvador300
24Ignacio Batres y Asturias, hermano de los anterioresEscribiente de la Aduana300
25Miguel Saravia, casado con Concepción Batres y NájeraIntendente de León3,000
26Manuel Pavón y Muñoz, casado con Micaela AycinenaTesorero de diezmos1,500
27José María Pavón y Aycinena, hijo del anteriorEscribiente de diezmos300
28Bernardo Pavón y Muñoz, hermano del precedente y tío del anteriorChantre de esta Santa Iglesia3,000
29Antonio Cróquer y Muñoz, primo del anteriorMagistral de esta Santa Iglesia2,400
30El mismoRector del Colegio Seminario700
31Antonio Palomo Manrique y Muñoz, primo de los anterioresChanciller de esta Audiencia200
32Fernando Palomo y Muñoz, hermano del precedenteContador de Propios1,500
33Miguel Palomo Enrique y Muñoz, hermano del precedenteFactor de tabacos en Quetzaltenango1,500
34José Ignacio Palomo Enrique y Muñoz, hermano del precedente y viudo de Magdalena MontúfarOidor de esta Audiencia3,300
35Felipe Romaña y Manrique, primo de los anterioresPortero del Consulado300
36Rafael Montúfar y Coronado, cuñado de Batres y PalomoSargento Mayor de Chiquimula1,200
37José María Montúfar y Coronado, hermano del anteriorOficial 3o de Correos600
38Manuel Montúfar y Coronado, hermano del anteriorAyudante de estas Milicias600
39El mismoEscribiente de sección del Gobierno300
40Juan Montúfar, hermano de los anterioresEscribiente de la Contabilidad de Propios300
41Pedro Arrivillaga y Coronado, primo de los MontúfaresAlcalde Mayor de la Verapaz2,594
42Antonio Larrazábal y Arrivillaga, primo del anterior y pariente de los Aycinena[3]Penitenciario de esta Santa Iglesia2,400
43José Ignacio Larrazábal y Arrivillaga, hermano del anteriorSargento Mayor de esta Plaza1,000
44Francisco Larrave Arrivillaga, hermano del anteriorInterventor de Correos de Oaxaca600
45Micaela y Clara, hermanas de los anterioresPensión en Correos500
46Juan Sebastián Micheo, cuñado de José Aycinena y primo de NájeraTesorero de Bulas1,500
47Joaquín Letona y BetetaOficial Real de Comayagua1,500
48Manuel Letona y MontúfarOficial 1o. de Alcabalas700
49Mariano Letona y MontúfarInterventor de Quetzaltenango600
50Pablo MatuteAlcalde Mayor de Suchitepéquez1,346
51Antonio Aguado, casado con Teresa Cróquer y MuñozOficial Real de León1,500
52Manuel Zepeda, cuñado de ArrivillagaOficial de estas Cajas500
53José del Barrio, cuñado de los LarrazábalOidor de esta Audiencia3,300
54Manuel Olaverri, pariente de los Aycinenas y NájerasVista de esta Aduana1,500
55Luis Aguirre, casado con Isabel Asturias y cuñado de Pedro ArrivillagaAsesor de este Consulado500
56El mismoId. De Cruzada50
57El mismoPresidente de la Junta de Censura*
58Juan José Batres y Muñoz, hermano de los expresados BatresCura de San Sebastián2,000
59El mismoVocal de la Junta de Censura*
60Manuel Manrique y BarrutiaTesorero de Fábria500
61Francisco Pacheco, casado con María Josefa Arzú y NájeraAlcalde Mayor de Sololá1,501
62Manuel Lara, casado con Mercedes Pavón y MuñozId. De Totonicapán1,670
63Juan José Echeverría, casado con Ignacia ArrivillagaId. De Quetzaltenango1,247
64José Gabriel Vallecillo, yerno de Manuel Pavón y deudo de José de AycinenaOidor de Santa Fe3,300
 T O T A L sin incluir derechos 89,025

[29] Se trata de Vicente Anastasio José de Aycinena y Carrillo (1766-1814), segundo Marqués de Aycinena, primogénito de Juan Fermín de Aycinena y de su primera esposa: Ana Carrillo y Gálvez, dato confirmado por el historiador guatemalteco José Cal Montoya, el 10 de agosto de 2022, vía Facebook.

[30] El único probable “Marqués de Aycinena y Piñol” es Juan José de Aycinena y Piñol (1792-1865), tercer Marqués de Aycinena, hijo de Juan Vicente de Aycinena y Carrillo (ver arriba), y por lo tanto, nieto de Juan Fermín. Juan José de Aycinena y Piñol fue un clérigo guatemalteco, intelectual conservador, rector de la Universidad de San Carlos Borromeo y de la Universidad Nacional. Fue muy afín al caudillo conservador Rafael Carrera. El marquesado quedó extinto en 1821 a raíz de la Independencia de Centroamérica.

[31] Antonio de Larrazábal y Arrivillaga: nació en Santiago de los Caballeros de Guatemala (hoy Antigua) el 8 de agosto de 1769 y murió en la Nueva Guatemala de la Asunción el 2 de diciembre de 1853, a los ochenta y cuatro años. Es muy conocida su participación ante las Cortes de Cádiz, donde representó al Reino de Guatemala. Sufrió prisión tanto en España como en Guatemala debido a su participación política. Fue rector de la Universidad de San Carlos. Con el tiempo, su ideología se volvió cada vez más conservadora.


[1] Fuente: Salazar, Ramón A. (1952) Mariano de Aycinena (Hombres de la Independencia). Guatemala, Biblioteca de Cultura Popular, Ministerio de Educación Pública. Sin ISBN.

2 Los empleos marcados con asterisco no gozaban de sueldo fijo, sino que percibían derechos por razón del mismo empleo.

3 Se refiere, probablemente, a los padres del poeta guatemalteco José Batres Montúfar, nacido en San Salvador, el 18 de marzo de 1809, hijo de José Mariano Batres y Asturias y de su legítima esposa: Mercedes Montúfar y Coronado. El poeta falleció en la ciudad de Guatemala el 9 de junio de 1844 cuando contaba treinta y cinco años de edad.

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