Por: Ricardo Chacón
Eso explica por qué los estudios de comunicación en sus inicios de la Universidad, hace cuarenta y cinco años, estaban más vinculado con el quehacer literario y filosófico, tratando de dar respuesta más que a la relación entre seres humanos y al hecho de comunicativo, cómo expresar y difundir el hecho literario en sus diversas expresiones y géneros o transmitir el pensamiento del ser y del quehacer del hombre reflexivo y pensante inmerso en el mundo de las ideas y el pensamiento.
Fue luego, ya entrados en los setenta y en décadas posteriores, cuando el mundo, la sociedad y los países comenzaron a tomar conciencia del acelerado crecimiento e influencia de los grandes medios de comunicación, la prensa escrita, el cine, la radio y la televisión. Entonces fue generándose un conocimiento cada vez mayor en torno a estos medios de comunicación masiva. Pero también fue el momento de “descubrir” la cultura de masas y cómo se comenzaba a configurar un mundo alrededor de la comunicación. Fue así cómo surgieron teorías de muchos colores y sabores y se posicionaron de las cátedras de las escuelas de comunicación de todo el mundo, a la par que hubo una proliferación de escuelas de comunicación. La comunicación como disciplina y saber se posicionaron en el mundo de las ciencias.
La Matías y su escuela tomó un camino bastante pragmático y visionario. No solo estuvo a la altura del debate y del estudio de un variopinto conjunto de teorías, sino que se adentró en el esfuerzo de formar jóvenes para hacer uso adecuado de los diferentes medios de comunicación, así como de otras ramas de la comunicación como la publicidad.
Una generación de hombres y de mujeres al frente de los noticieros de televisión o en las salas de redacción surgieron de las aulas de la Matías. De igual manera, sus graduados incursionaron en la publicidad y en las relaciones públicas, entre otras áreas en que las comunicaciones fueron diversificándose. La Matías siempre vio más allá de sus narices.
De igual manera, ya en el nuevo siglo, luego de una primera década convulsa en nuestro El Salvador, la Escuela de Comunicación dio un salto y se lanzó a la comunicación estratégica organizacional, al tiempo que daba los primeros pasos dentro de la era digital. Formamos comunicadores estratégicos para impulsar la comunicación en oficinas públicas y privadas, sin descuidar el uso y manejo de los medios de comunicación. Para nuestros estudiantes, las disciplinas que aprendieron en sus años de estudio se convirtieron en las herramientas claves para trabajar en distintos campos de la comunicación.
Un poco más del setenta por ciento de nuestros graduados trabajan, y trabajan en el campo de la comunicación. Y lo hacen, entre otras razones, porque se han sumado a esta visión estratégica. Aprendieron cómo combinar la práctica y la teoría desde los primeros años de estudio. Nuestros estudiantes, desde los primeros años, hacen uso de las técnicas de comunicación efectiva, así como de las herramientas elementales de su disciplina. Aprendimos que combinar teoría y práctica con una visión estratégica es el camino para formar buenos profesionales de la comunicación.
Esta es una fórmula exitosa que nos ha permitido avanzar hacia nuevos derroteros, como el mundo digital y la transformación de las tecnologías de la comunicación y de la información. Estos son avances que llegaron para quedarse. Ahora se trata de formar hombres y mujeres en las ciencias de la comunicación estratégica, utilizando al máximo las herramientas digitales para tratar de dar respuesta a las nuevas relaciones comunicativas mediadas por ecosistemas de bases de datos y entornos inteligentes.
Hoy nuestros estudiantes conocen y saber usar las redes sociales para impulsar una comunicación estratégica. Han entrado de lleno a un mundo en el que el uso de las redes sociales y de las nuevas tecnologías vinculan los medios tradicionales con los digitales, en una mezcla novedosa que permite desarrollar contenidos de calidad y con valor agregado en las diferentes plataformas virtuales. Estamos entrando a una época donde se generan mundos y comunidades virtuales. Pero en esta nueva realidad no podemos olvidar la visión humana y la calidad de las relaciones interpersonales y presenciales. Somos herederos de las dimensiones literarias, filosóficas y humanísticas, y las combinamos con los adelantos tecnológicos del nuevo mundo de la comunicación. Y, por supuesto, seguimos siempre viendo mucho más allá de nuestras narices.