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Da Vinci, el polímata del renacimiento

En el marco de los 500 años de muerte del genio italiano, la Sociedad Dante Alighieri y la Escuela de Diseño de la Universidad Dr. José Matías Delgado invitan a una jornada cultural y artística el 16 de noviembre, en el Muna. Toda la programación será un homenaje al polifacético creador.

Un misterio envuelve a la famosa pintura de Leonardo da Vinci «La última cena.» Sólo el 20 por ciento de la obra original se aprecia hoy en día. Al estilo de una novela de suspenso, el reportaje intenta reconstruir cómo se veía en origen el mural.

Colaboración especial de Daniela Henríquez · Melissa Maravilla · Víctor Padilla · Alex Rivas · Natalia Escobar. Editado por Carlos Cordero

Leonardo Da Vinci fue un polímata nacido el 15 de abril de 1452 en Anchiano, Italia, cerca de Florencia que, para ese tiempo, era el centro artístico y cultural de Europa. Algunas personas creen que nació en Vinci, como parece sugerir su nombre, pero hay algunos autores que afirman que es posible que naciera en Anchiano, a unos 3 kilómetros de Vinci. Era hijo ilegítimo de una campesina de escasos recursos y Messer Piero Fruosino di Antonio, un notario, embajador y canciller perteneciente a una familia adinerada.

En su adolescencia, alrededor del año 1466, se le presenta la oportunidad de pulir su talento en el taller de arte más prestigioso de su época bajo el magisterio de Andrea del Verrocchio, un pintor, escultor y orfebre cuatrocentista italiano a quien debe parte de su excelente formación multidisciplinaria, en donde entró como aprendiz desarrollando la habilidad de dibujar, pintar, trabajar el bronce, crear muebles y diseñar banderas para los desfiles, es decir, todas las habilidades necesarias para ser un artista de profesión por lo que desde joven se destacó por su talento.

Su tiempo en el taller le generó un gran efecto haciendo que en el resto de su vida se interesara por retos técnicos y artísticos, realizando muchos logros de ingeniería resultando importantes, no solo por haber aprendido rudimentos de muchas técnicas, sino también le permitió establecer contactos para entrar al servicio de los Médici, una familia adinerada.

A pesar de destacar en bastantes ámbitos, su legado más universal está en el campo del arte: la pintura. Obras magnas como La última cena, La anunciación y La dama del armiño han quedado eclipsadas por la fama de su cuadro La Gioconda, mejor conocida como La Mona Lisa, realizada con la técnica sfumato, siendo un efecto vaporoso que se obtiene por la superposición de varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de vaguedad y lejanía.

Si bien es cierto se formó en Florencia como artista, cuando se trasladó a Milán desarrolló un gran interés por diversos temas científicos por lo que se hizo más que un pintor. No descubrió la gravedad o los átomos, pero en las páginas de sus cuadernos se han encontrado bastantes desarrollos de la ciencia moderna, convirtiéndose así en un visionario y en uno de los principales maestros en la mecánica.

Leonardo comprendió los principios que gobiernan el impulso, la fuerza centrípeta, la fricción y el perfil aerodinámico, las que aplicó a sus invenciones, que eran primeramente bocetadas, y aún sorprenden en la actualidad por sus numerosos detalles y por su uso de perspectivas múltiples. Entre las invenciones más importantes que se le acreditan se encuentran el puente del puntal, el devanador automático de bobinas, el laminador, la máquina para probar la resistencia a la tracción del alambre y la máquina de pulido de lentes.

Podría decirse que antes que ingeniero, Leonardo fue científico racional, a pesar de que hizo extenuantes esfuerzos para enseñarse a sí mismo y llegar a ser un erudito en idiomas, ciencia natural, matemática, filosofía e historia, como una mera lista del amplio contenido que su biblioteca puede atestiguar, siempre fue un empírico de la observación visual (Giraldo, Asdrúbal, V., 2004, p.13). Leonardo se dio cuenta que las mismas fuerzas que trabajan en la mecánica, también existían en todas partes del mundo, desde lo orgánico hasta lo inorgánico, por ello escribió: “La instrumental o mecánica es la más noble y útil de todas, puesto que por medio de ella ejecutan sus acciones todos los cuerpos vivos que tienen movimiento”.

Él consideró las máquinas como ensambles de distintos dispositivos elementales, y sistemáticamente las descompuso en sus órganos básicos estudiando su rendimiento, es decir, desarrolló lo que podríamos llamar la anatomía de las máquinas (Giraldo, Asdrúbal, V., 2004, p.14). Da Vinci no solo destacó en la mecánica, sino también en el estudio de la naturaleza. Desde pequeño tuvo un gran interés por ella, que ha logrado ser observada como influencia en la evolución de su pensamiento y en la de sus obras. De hecho, fue un apasionado a cierto tipo de animales, en especial las aves lo que se ve reflejado en algunas de sus invenciones como el ornitóptero, una máquina voladora que teóricamente habría proporcionado a los seres humanos el empuje necesario para volar a partir del movimiento batiente de las alas de forma análoga a como lo hacen las aves (Pigem, 2019).

Además, sentía una fascinación por los movimientos del agua, un elemento de la naturaleza, anticipando la dinámica de fluidos, siendo el primero en analizar y describir detalladamente la dinámica de los vórtices de agua. Entendió también que tanto la luz como el sonido se propagan a través de ondas, y también comprendió correctamente la disipación de la energía.

En el renacimiento, el tema principal del arte era el hombre, y el artista debía conocer a la perfección la estructura del cuerpo humano para poder pintarlo. Leonardo también se interesó en la anatomía humana, pero fue mucho más allá, demostrando así que es uno de los más destacados anatomistas de la historia. Estudió el esqueleto y la musculatura, pero también la disposición y funcionamiento de los órganos internos. Alrededor del año 1490, realizó uno de sus dibujos más famosos: El hombre de Vitrubio. Da Vinci dibujó una figura masculina desnuda en dos posiciones sobreimpresas de brazos y piernas e inscrita en una circunferencia y un cuadrado tratándose del estudio de las proporciones del cuerpo humano.

Da Vinci era tan asombroso que poseía la cualidad de la escritura especular, es decir, escribir como si lo plasmado en el papel estuviera viéndose en un espejo por lo que varias de sus investigaciones, para poder ser leídas, tuvieron que utilizar espejos. De esta manera, se puede decir que Leonardo era muy curioso y apasionado por investigar, por lo que hace el clasificarlo en una sola disciplina una tarea imposible. Era un hombre adelantado a su tiempo, un gran artista y genio universal del Renacimiento. Sus inventos fueron conocidos por todo el mundo y cambiaron el diario vivir simplificando por medio de estos artefactos, todo tipo de actividades haciendo más placentera la vida.

El arte no tiene por qué estar desligado de la ciencia, ambas se complementan. Una nos ayuda a comprender la vida y resolverla, mientras que la otra nos ayuda a representarla llenándola de belleza. Él no tenía como propósito ser un hombre de ciencia, sino más bien saber más sobre la realidad y funcionamiento del mundo exterior como interior para aplicarlo a sus obras. Sin embargo, abarca conocimiento de diversos campos como la anatomía, arquitectura, paleontología, botánica y otras diversas disciplinas que lo convierten en el arquetipo del “hombre del renacimiento» y un hombre al que se debe admirar y aprender de todas las hermosas obras que realizó a lo largo de su vida, por lo que, podemos considerarlo un genio no sólo del Renacimiento, sino un genio perenne.

Bibliografía

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